viernes, 31 de julio de 2009

Siempre nos quedará Baroja


Estos días -parafraseando a Roger Wolfe- he hundido las narices en Baroja: su prosa me sirve bien. Y es que, después de leer varias novelas que no alcanzan las buenas expectativas que había depositado en ellas, no hay nada mejor que volver, de vez en cuando, a la prosa de don Pío. Volver, cómo no, a esa "galería de inadaptados" -como bien acuñaría Luis Martín Santos-, esa tropa de personajes barojianos con los que tanto me identifico.

Así que, fijando la vista hacia mis anaqueles, encontré tal deseado remedio. De las novelas de Baroja siempre he tenido preferencia por Camino de perfección. Me encanta el protagonista, ese Fernando Ossorio que, como buen "Quijote", se lanza a la aventura, recorriendo los senderos y montes madrileños, sin pensar en qué le deparará el camino. Sin embargo, en esta ocasión, hundí mis narices en Aurora roja, cuyo prólogo recoge buena parte de las características del personaje, típico, barojiano. Ese individuo que rompe con el sistema y parte a la aventura de la vida, dejando atrás a la civilización moderna, con la única compañía de su espíritu, que va forjándose a cada paso, mientras se adentra en la "madre tierra", en la sencillez y miseria de la vida campestre; ese personaje que, recorriendo los parajes cervantinos, se encuentra a sí mismo.

Y, además, resulta reconfortante poder disfrutar del de San Sebastián en las maravillosas ediciones de Caro Raggio. Esas ediciones, que parecen más de otra época, en las que se muestra todo el esplendor de la familia Baroja.




Pío Baroja, Aurora roja, Madrid, Caro Raggio, 1994.
Pío Baroja, Camino de perfección, Madrid, Caro Raggio, 1993.

1 comentario:

  1. ¡Tres hurras por Don Pío Baroja! Veo que tu blog marcha viento en popa. Felicidades. Un abrazo.

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