lunes, 30 de enero de 2012
domingo, 29 de enero de 2012
Las lecciones de magia de Pelayo Fueyo
Concebir la poesía como un espejo formante y como un cuadro deformante; o, si acaso, como un cuadro que va diluyendo la expresión del rostro hasta convertirse en la falsilla del espejo, que es lo saben los lectores de nosotros.
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Hay una forma de "democracia" en la poesía, que consiste en respetar a todo poeta, por muy distinta de la nuestra que fuera su visión del mundo, si es que goza de un estilo propio.
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Cuando escribimos poesía tratamos, bajo cualquier pretexto humano, recrear nuestra personalidad en relación a las cosas del mundo, a fin de crear un canon intemporal que lleve nuestro nombre como referencia.
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La lectura esencial de todos mis poemas no revela la figura de lo que he sido, sino de lo que debí ser.
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No es que el tema favorito para los poetas sea el amor de forma directa, sino que todos los objetos poéticos están en armonía metafísica con un amor por todo lo humano.
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Todo poema, aunque su tema exponga la tristeza de su autor, produce, no obstante, el placer de ser representación de una realidad personificada.
Pelayo Fueyo, Lección de Magia, Oviedo, Eikasia, 2005.
miércoles, 25 de enero de 2012
Un hermoso viaje por "Las ciudades del hombre"
Mucho tiempo he esperado para tener en mis manos Las ciudades del hombre (Llibros del Pexe), de Antonio Rivero Taravillo; una espera que se ha hecho más larga de lo deseado, pero bien que ha merecido la pena. Resulta difícil -como bien dice la contraportada- rechazar la invitación que nos ofrece el autor: un viaje sentimental por la memoria del viajero en el que se mezcla calles con libros y plazas con películas, ciudades de piedra y asfalto, y ciudades construidas por la imaginación. Una espléndida colección de estampas, que va desde las principales capitales europeas, pasando por el Mondoñedo de Cunqueiro hasta la esquizofrénica Ciudad de México y la fervorosa Buenos Aires. De parada obligada resultan las Islas Británicas con sus queridas Dublín, Belfast y Londres. Pero si tengo que elegir una de entre todas, me quedo con Innisfree. Esa pequeña arcadia que imaginó y plasmó John Ford en El hombre tranquilo y, como buen tesoro de los sueños, puedes pasearte cuando quieras por sus caminos, tomarte una pinta y fumar una pipa con el pequeño Michaleen Flynn, discutir con el grandullón Will Danaher y ver pasear en tándem a Sean Thornton con Mary Kate. ¡Qué bonito sería levantarte cada día en "Blanca Mañana"! Gracias a Antonio Rivero Taravillo es posible.
Antonio Rivero Taravillo, Las ciudades del hombre, Gijón, Llibros del Pexe, 1999.
Antonio Rivero Taravillo, Las ciudades del hombre, Gijón, Llibros del Pexe, 1999.
domingo, 22 de enero de 2012
Carlos Pujol: In memoriam
Aprovecho esta plácida mañana de domingo para ordenar en mis anaqueles las revistas literarias. Me encuentro, en el número 7 de la revista Reloj de Arena, con unas traducciones del tristemente fallecido Carlos Pujol sobre unos poemas de Stéphane Mallarmé, de los que dice:
C. P.Esta poesía de circunstancias -cumplidos galantes, versos de abanico, "distracciones de correos"- puede ser inimaginable en muchos poetas de gran talla, pero es muy propia de Mallarmé; el puro juego de la futilidad también deja ver sombras de melancolía, y se divierte tomando a broma lo que él mismo considera un oficio sagrado, que cuando se ejerce a modo de travesura o de rendibú tiene un aire muy cariñoso, entre desolado y burlón.
Lo primero que leí de Carlos Pujol fue la magnífica introducción de Crimen y castigo de Dostoievski: el libro con el que descubrí el placer de la lectura. Una buena edición de Planeta con traducción de Rafael Cansinos Assens.
Sirva esta humilde entrada como homenaje.
miércoles, 18 de enero de 2012
Juan Luis Panero en las X Jornadas Poéticas de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña
Entre 16 y 18 del pasado mes de noviembre, la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña celebró sus X Jornadas Poéticas. Juan Luis Panero inauguró el certamen ofreciendo un acercamiento a su poesía a través de sus escritores favoritos. Siempre es un placer escucharle.
Asociación Colegial de Escritores de Cataluña
Asociación Colegial de Escritores de Cataluña
domingo, 15 de enero de 2012
"Escogiendo un lector", de Ted Kooser
A sugerencia de "gatoflauta":
ESCOGIENDO UN LECTOR
En primer lugar, me gustaría que fuera guapa,
y que caminara cuidadosamente sobre mi poesía
en el momento más solitario de la tarde,
su cabello por el cuello húmedo todavía
de lavárselo. Debería llevar puesto
un impermeable, uno viejo, sucio
por no tener bastante dinero para llevarlo al tinte.
Sacará las gafas, y allí,
en la librería, hojeará
mis poemas, luego pondrá el libro
en la estantería. Y se dirá a sí misma:
"Por este precio, puedo llevar
mi impermeable a la tintorería". Y lo hará.
Ted Kooser
Traducción de Hilario Barrero
Hilario Barrero, Lengua de madera. Antología de poesía breve en inglés, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2011.
ESCOGIENDO UN LECTOR
En primer lugar, me gustaría que fuera guapa,
y que caminara cuidadosamente sobre mi poesía
en el momento más solitario de la tarde,
su cabello por el cuello húmedo todavía
de lavárselo. Debería llevar puesto
un impermeable, uno viejo, sucio
por no tener bastante dinero para llevarlo al tinte.
Sacará las gafas, y allí,
en la librería, hojeará
mis poemas, luego pondrá el libro
en la estantería. Y se dirá a sí misma:
"Por este precio, puedo llevar
mi impermeable a la tintorería". Y lo hará.
Ted Kooser
Traducción de Hilario Barrero
Hilario Barrero, Lengua de madera. Antología de poesía breve en inglés, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2011.
viernes, 13 de enero de 2012
LENGUA DE MADERA: lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Una vez terminada la lectura de Lengua de madera (La isla de Siltolá), de Hilario Barrero, dan ganas de volver a las primeras páginas y empezar de nuevo. Porque no hay poema en esta antología de poesía breve en lengua inglesa (de 300 páginas) que no sea un descubrimiento, un fugaz chispazo de buena poesía. A través de la selección podemos aprender dos cosas del autor: primero, que es un lector paciente y perseverante, ya que se nota que le ha llevado un largo tiempo de trabajo: sobre la recopilación, prácticamente no falta autor de renombre, y la traducción, estando sujeta al original, no está encorsetada; y, segundo, posiblemente estamos ante uno de los mejores conocedores de la poesía norteamericana contemporánea, que es el grueso del volumen. Muchos son los poemas a destacar, pero me decido por un bonito fogonazo de Jack Gilbert:
EN DESPRESTIGIO DE LA POESÍA
Cuando al rey de Siam no le gustaba un cortesano
le regalaba un hermoso elefante blanco.
La milagrosa bestia merecía tal ritual
que cuidarla correctamente significaba la ruina.
Pero cuidarla incorrectamente era peor.
Y parece que el regalo no se podía rechazar.
trad. de Hilario Barrero
Hilario Barrero, Lengua de madera. Antología de poesía breve en inglés, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2011.
EN DESPRESTIGIO DE LA POESÍA
Cuando al rey de Siam no le gustaba un cortesano
le regalaba un hermoso elefante blanco.
La milagrosa bestia merecía tal ritual
que cuidarla correctamente significaba la ruina.
Pero cuidarla incorrectamente era peor.
Y parece que el regalo no se podía rechazar.
trad. de Hilario Barrero
Hilario Barrero, Lengua de madera. Antología de poesía breve en inglés, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2011.
domingo, 8 de enero de 2012
Josefina Martínez Álvarez presenta a José Luis García Martín
Les dejo la presentación que Josefina Martínez, Catedrática Emérita de Lengua Española de la Universidad de Oviedo y Directora de la Cátedra Alarcos, realizó sobre el último libro de José Luis García Martín, Arena y nada, el 21 de diciembre en el Club de Prensa de La Nueva España.
Presentación de Arena y nada, de José Luis García Martín
Decía el rabino de Carrión, D. Sem Tob, en sus Proverbios Morales, allá por las postrimerías del siglo XIV “Pues que aquella rueda / del cielo una hora / jamás está queda / peora e mejora”. En versión actual: "Puesto que la rueda del cielo no está jamás queda una sola hora, sino que empeora o mejora…"
Y dice la copla, menos académica, pero íntimamente arraigada en la vida cotidiana: "Cómo han pasado los años / las vueltas que da la vida / y aquí estamos frente a frente / como dos adolescentes / como la primera vez."
Cuarenta años han pasado desde aquella primera vez cuando aterrizaba en la Facultad de la Plaza de Feijoo, un muchacho delgadillo, tímido (como lo es ahora, pero sin la coraza epidérmica que con el tiempo se fue labrando), de mirada inquieta y burlona, pelo y barba cumplida y ademán sosegado; y una muy joven profesora, aprendiz de filóloga, con decidida vocación docente, se aplicaba en mostrar a sus alumnos, con mayor o menor éxito, la maravilla variopinta de la lengua, el fluir incesante de ese río, desde sus orígenes hasta la desembocadura, escrudiñando en el funcionamiento y vericuetos de la lengua española.
Este jovenzuelo de que les hablo, un punto insolente, que incordiaba y sacaba de quicio a muchos colegas, era un buen estudiante, ávido de saberes, curioso por conocer el mundo desplegado y amplio de la literatura.
Estaba claro que su entusiasmo por la cosa lingüística era más bien escaso; él era un estudioso de la literatura y ya escribía poemas; “adolescentes poetas posados ante él como estorninos en los alambres de telégrafo”. Así llamaba Dámaso Alonso en un poema a los alumnos interesados exclusivamente por la literatura. La yod, la metafonía inducida por las vocales finales, la distribución de las palatales laterales en la Península, la proclisis o enclisis del artículo… (¿a quién pueden emocionar, sino al adusto filólogo, esas criaturas desvalidas y tristes que son los fenómenos lingüísticos?
Sin embargo a José Luis, el alumno de esta remembranza no le eran ajenas las consideraciones de que la lengua ha sido siempre el gran instrumento de conocimiento, de expresión, de influjo voluntarista del hombre, que es hombre desde que es un ser que habla.
La profesora bisoña de entonces, la que hoy les habla, y Alarcos de quien también fue alumno, siempre se percataron de que García Martín era un alumno singular, inteligente, maduro, de gran sensibilidad, con las ideas muy claras y decisiones muy precisas sobre el futuro. A buen seguro que él era consciente de esta simpatía alarquiana.
(García Martín conversando con Alarcos en presencia de Ángel González, Carlos Iglesias, Martín López-Vega y Javier Almuzara. Foto: Mario Rojas)
Una vez terminada la licenciatura, no perdió tiempo: sin descanso “nulla dies sine línea”, fue avanzando por la docencia: primero ganó las oposiciones de Literatura española en la Escuela de Magisterio, después en la Facultad. Y como los designios del Hado son imprevisibles, el poeta en ciernes de aquellos años 70, equilibrado producto de opuestos y complementarios, la fusión fortuita de los dos metales, uno vil y otro noble que dice Sem Tob: tierno y cruel, moderado e insolente, circunspecto y frívolo, solidario y egocentrista, humilde y prepotente, conciliador y dogmático, celoso de su intimidad y osado con la ajena en aras de juegos de ingeniosa frivolidad, estaba destinado de por vida a convivir con los Alarcos. Ya en la Facultad del Milán compartimos aula y alumnos, transitamos los mismos espacios y ocupamos despachos contiguos. Y en el 98 ocurrió lo fatal y desde entonces José Luis me animó, me ayudó y se convirtió en el editor fiel y amoroso de la obra literaria dispersa de Alarcos.
Y hace 14 años que oficiamos juntos ante el mismo público y en los mismo escenarios, cuasi como pareja de hecho y como tal discutimos a diario, discrepamos, nos acaloramos, y al día siguiente, si no aparece por el despacho lo echo de menos. Nadie conoce a José Luis mejor que yo y por eso lo quiero, y lo admiro con las virtudes de sus defectos y los defectos de sus virtudes.
Sin ningún desánimo, puesta la mira en la difusión de sus enseñanzas dentro y fuera del aula, sordo a los cánticos de las sirenas de los cargos directivos académicos, desarrolla una labor docente plural e intensa, explicando literatura española no sólo en la Facultad, sino en cualquier lugar del ancho mundo a donde le inviten, prestando desinteresada y animosamente, su juicioso criterio literario a quien haya menester.
La capacidad de trabajo de José Luis es aún más sorprendente si consideramos otras actividades suyas que pudiéramos llamar periféricas, pero que exigen tiempo y tiempo: tertulias, viajes literarios, presentación de libros, colaboración periódica en suplementos literarios, cursos, conferencias, seminarios, recitales poéticos en diferentes países y entidades; dirige la revista Clarín, que él fundó, y con asidua eficacia consigue que salga a la luz casi con la puntualidad de los diarios. Vive por y para la literatura en todas sus manifestaciones.
No le falta habilidad dialéctica para la polémica, ni capacidad para manejar la paradoja y la ironía, que puede levantar en los antagonistas desasosiego y malestar… Se pregunta uno de dónde saca tantas horas si además le sobran para departir con amigos, colaboradores y discípulos. Hay que pensar, como decía Unamuno, que las horas de García Martín son cúbicas y por tanto tienen más de 200.000 minutos cúbicos.
Nuestro pasmo crece al ojear sus publicaciones: obra poética propia, estudios sobre poesía española contemporánea, libros de viaje, ediciones y prólogos, diarios, relatos autobiográficos, etc… La calidad no es inferior a la cantidad: talento literario, agudeza de ingenio, brillantez expositiva y pertinaz tesón son los rasgos que informan toda su obra.
Y ahora este penúltimo libro, espléndido, “Arena y tiempo”, un compendio de recreaciones y variaciones sobre poemas de autores reales, más o menos conocidos, y de tradiciones bien definidas como el haiku o la poesía nórdica irlandesa, ordenados en series precedidas de un prólogo, todo ello producto del bagaje inmenso de lecturas de José Luis (hojea 6 libros al día y sólo lee 2).
En algunos casos se trataría del género etiquetado como literatura apócrifa, recurso literario bien conocido, por el que se atribuyen imaginariamente a los autores a quienes se trata de imitar, las propias creaciones personales, en un hábil y audaz ejercicio de suplantación de los poemas originarios emulados, por verosímiles falsificaciones literarias que, a veces, se hacen pasar por presuntas traducciones.
El libro cuenta con antecedentes bien señeros en la literatura española de todos los tiempos. Recordemos como más cercano el libro de Víctor Botas Segunda mano y hacia atrás los juegos imaginativos más complejos, desde Max Aub hasta Borges.
Lo he leído y releído y lo he disfrutado enormemente. Empezando por el magnífico prólogo “La biblioteca imaginaria” hasta el último haiku no tiene desperdicio. La B.I. es una brevísima pieza literaria deliciosa; un relato autobiográfico ficcionado, donde literatura y vida se funden en una suerte de metáfora, lirismo y humor regocijante.
Los poemas son de un poeta muy maduro, muy consciente de su senda, desprovisto de resonancias miméticas, que insiste en la búsqueda constante de la verdad profunda del ser en sus oscuras galerías, valiéndose de las palabras, herramienta sutil que da nombre a las cosas (G.M.).
Los comentarios que acompañan a cada serie son verdaderos poemas en prosa, como los movimientos de una sinfonía bien modulada y en su conjunto constituyen una auténtica Poética, donde poeta y crítico se mueven a sus anchas, diciendo lo mismo y lo contrario, reflexionando sobre el proceso creador, la verdad que subyace a toda ficción, a la literatura, el sentido de la vida y de la muerte, el amor, la soledad, el dolor…
Cualquier poema no es más que el borrador de un poema. La versión final corresponde al lector, dice García Martín. Sin embargo, aunque es cierto que si la poesía no se comunica no existe, aunque no se difunda, el producto del proceso creador tiene siempre un destinatario: el propio poeta, que solo se entera verdaderamente de su mensaje -mejor, de su descubrimiento- ante el poema concluso e inevitable. El poeta trata de aclarar para sí mismo la experiencia. Si otros lectores y no solo el poeta reconstruyen el proceso de este descubrimiento, miel sobre hojuelas. Pero la poesía está ahí, en el poema, en las insustituibles palabras del poema.
Es hora de que nos hable el autor, que es el protagonista del festejo. Cuando J. L. me invitó a que le acompañase en esta presentación, me sentí muy halagada, pero con el temor de no saber reflejar cumplidamente sus méritos. Temores pudorosos, porque es luenga y remota la relación de amistad casi familiar que me une a él. He procurado que ni la emoción ni el afecto perturbasen mi ecuanimidad. Pero hacia atrás veo el desfile lento y mudo de tantas décadas comunes en alegrías y tristezas, rostros pretéritos ya sigilosos y hacia adelante la espera del futuro escaso. La memoria sentimental revive inevitablemente escenas antiguas.
En este curso postrero de nuestros ríos, querido José Luis, las aguas avanzan en calma. El seguro azar de entonces vuelve a reunirnos: en aquel momento para augurar tu espléndida carrera literaria; ahora para dejar constancia explícita de tu labor, todavía larga de esperanza en el porvenir. Felicidades, amigo, y que nos sigamos viendo como cada día, porque como decía Sem Tob:
"Turable plazer puedo / dezir del buen amigo / lo que me diz entiendo, / e él lo que yo digo."
Josefina Martínez Álvarez
Club de Prensa de La Nueva España. 21 de Diciembre 2011
Ver la noticia en La Nueva España
Presentación de Arena y nada, de José Luis García Martín
Decía el rabino de Carrión, D. Sem Tob, en sus Proverbios Morales, allá por las postrimerías del siglo XIV “Pues que aquella rueda / del cielo una hora / jamás está queda / peora e mejora”. En versión actual: "Puesto que la rueda del cielo no está jamás queda una sola hora, sino que empeora o mejora…"
Y dice la copla, menos académica, pero íntimamente arraigada en la vida cotidiana: "Cómo han pasado los años / las vueltas que da la vida / y aquí estamos frente a frente / como dos adolescentes / como la primera vez."
Cuarenta años han pasado desde aquella primera vez cuando aterrizaba en la Facultad de la Plaza de Feijoo, un muchacho delgadillo, tímido (como lo es ahora, pero sin la coraza epidérmica que con el tiempo se fue labrando), de mirada inquieta y burlona, pelo y barba cumplida y ademán sosegado; y una muy joven profesora, aprendiz de filóloga, con decidida vocación docente, se aplicaba en mostrar a sus alumnos, con mayor o menor éxito, la maravilla variopinta de la lengua, el fluir incesante de ese río, desde sus orígenes hasta la desembocadura, escrudiñando en el funcionamiento y vericuetos de la lengua española.
Este jovenzuelo de que les hablo, un punto insolente, que incordiaba y sacaba de quicio a muchos colegas, era un buen estudiante, ávido de saberes, curioso por conocer el mundo desplegado y amplio de la literatura.
Estaba claro que su entusiasmo por la cosa lingüística era más bien escaso; él era un estudioso de la literatura y ya escribía poemas; “adolescentes poetas posados ante él como estorninos en los alambres de telégrafo”. Así llamaba Dámaso Alonso en un poema a los alumnos interesados exclusivamente por la literatura. La yod, la metafonía inducida por las vocales finales, la distribución de las palatales laterales en la Península, la proclisis o enclisis del artículo… (¿a quién pueden emocionar, sino al adusto filólogo, esas criaturas desvalidas y tristes que son los fenómenos lingüísticos?
Sin embargo a José Luis, el alumno de esta remembranza no le eran ajenas las consideraciones de que la lengua ha sido siempre el gran instrumento de conocimiento, de expresión, de influjo voluntarista del hombre, que es hombre desde que es un ser que habla.
La profesora bisoña de entonces, la que hoy les habla, y Alarcos de quien también fue alumno, siempre se percataron de que García Martín era un alumno singular, inteligente, maduro, de gran sensibilidad, con las ideas muy claras y decisiones muy precisas sobre el futuro. A buen seguro que él era consciente de esta simpatía alarquiana.
(García Martín conversando con Alarcos en presencia de Ángel González, Carlos Iglesias, Martín López-Vega y Javier Almuzara. Foto: Mario Rojas)
Una vez terminada la licenciatura, no perdió tiempo: sin descanso “nulla dies sine línea”, fue avanzando por la docencia: primero ganó las oposiciones de Literatura española en la Escuela de Magisterio, después en la Facultad. Y como los designios del Hado son imprevisibles, el poeta en ciernes de aquellos años 70, equilibrado producto de opuestos y complementarios, la fusión fortuita de los dos metales, uno vil y otro noble que dice Sem Tob: tierno y cruel, moderado e insolente, circunspecto y frívolo, solidario y egocentrista, humilde y prepotente, conciliador y dogmático, celoso de su intimidad y osado con la ajena en aras de juegos de ingeniosa frivolidad, estaba destinado de por vida a convivir con los Alarcos. Ya en la Facultad del Milán compartimos aula y alumnos, transitamos los mismos espacios y ocupamos despachos contiguos. Y en el 98 ocurrió lo fatal y desde entonces José Luis me animó, me ayudó y se convirtió en el editor fiel y amoroso de la obra literaria dispersa de Alarcos.
Y hace 14 años que oficiamos juntos ante el mismo público y en los mismo escenarios, cuasi como pareja de hecho y como tal discutimos a diario, discrepamos, nos acaloramos, y al día siguiente, si no aparece por el despacho lo echo de menos. Nadie conoce a José Luis mejor que yo y por eso lo quiero, y lo admiro con las virtudes de sus defectos y los defectos de sus virtudes.
Sin ningún desánimo, puesta la mira en la difusión de sus enseñanzas dentro y fuera del aula, sordo a los cánticos de las sirenas de los cargos directivos académicos, desarrolla una labor docente plural e intensa, explicando literatura española no sólo en la Facultad, sino en cualquier lugar del ancho mundo a donde le inviten, prestando desinteresada y animosamente, su juicioso criterio literario a quien haya menester.
La capacidad de trabajo de José Luis es aún más sorprendente si consideramos otras actividades suyas que pudiéramos llamar periféricas, pero que exigen tiempo y tiempo: tertulias, viajes literarios, presentación de libros, colaboración periódica en suplementos literarios, cursos, conferencias, seminarios, recitales poéticos en diferentes países y entidades; dirige la revista Clarín, que él fundó, y con asidua eficacia consigue que salga a la luz casi con la puntualidad de los diarios. Vive por y para la literatura en todas sus manifestaciones.
No le falta habilidad dialéctica para la polémica, ni capacidad para manejar la paradoja y la ironía, que puede levantar en los antagonistas desasosiego y malestar… Se pregunta uno de dónde saca tantas horas si además le sobran para departir con amigos, colaboradores y discípulos. Hay que pensar, como decía Unamuno, que las horas de García Martín son cúbicas y por tanto tienen más de 200.000 minutos cúbicos.
Nuestro pasmo crece al ojear sus publicaciones: obra poética propia, estudios sobre poesía española contemporánea, libros de viaje, ediciones y prólogos, diarios, relatos autobiográficos, etc… La calidad no es inferior a la cantidad: talento literario, agudeza de ingenio, brillantez expositiva y pertinaz tesón son los rasgos que informan toda su obra.
Y ahora este penúltimo libro, espléndido, “Arena y tiempo”, un compendio de recreaciones y variaciones sobre poemas de autores reales, más o menos conocidos, y de tradiciones bien definidas como el haiku o la poesía nórdica irlandesa, ordenados en series precedidas de un prólogo, todo ello producto del bagaje inmenso de lecturas de José Luis (hojea 6 libros al día y sólo lee 2).
En algunos casos se trataría del género etiquetado como literatura apócrifa, recurso literario bien conocido, por el que se atribuyen imaginariamente a los autores a quienes se trata de imitar, las propias creaciones personales, en un hábil y audaz ejercicio de suplantación de los poemas originarios emulados, por verosímiles falsificaciones literarias que, a veces, se hacen pasar por presuntas traducciones.
El libro cuenta con antecedentes bien señeros en la literatura española de todos los tiempos. Recordemos como más cercano el libro de Víctor Botas Segunda mano y hacia atrás los juegos imaginativos más complejos, desde Max Aub hasta Borges.
Lo he leído y releído y lo he disfrutado enormemente. Empezando por el magnífico prólogo “La biblioteca imaginaria” hasta el último haiku no tiene desperdicio. La B.I. es una brevísima pieza literaria deliciosa; un relato autobiográfico ficcionado, donde literatura y vida se funden en una suerte de metáfora, lirismo y humor regocijante.
Los poemas son de un poeta muy maduro, muy consciente de su senda, desprovisto de resonancias miméticas, que insiste en la búsqueda constante de la verdad profunda del ser en sus oscuras galerías, valiéndose de las palabras, herramienta sutil que da nombre a las cosas (G.M.).
Los comentarios que acompañan a cada serie son verdaderos poemas en prosa, como los movimientos de una sinfonía bien modulada y en su conjunto constituyen una auténtica Poética, donde poeta y crítico se mueven a sus anchas, diciendo lo mismo y lo contrario, reflexionando sobre el proceso creador, la verdad que subyace a toda ficción, a la literatura, el sentido de la vida y de la muerte, el amor, la soledad, el dolor…
Cualquier poema no es más que el borrador de un poema. La versión final corresponde al lector, dice García Martín. Sin embargo, aunque es cierto que si la poesía no se comunica no existe, aunque no se difunda, el producto del proceso creador tiene siempre un destinatario: el propio poeta, que solo se entera verdaderamente de su mensaje -mejor, de su descubrimiento- ante el poema concluso e inevitable. El poeta trata de aclarar para sí mismo la experiencia. Si otros lectores y no solo el poeta reconstruyen el proceso de este descubrimiento, miel sobre hojuelas. Pero la poesía está ahí, en el poema, en las insustituibles palabras del poema.
Es hora de que nos hable el autor, que es el protagonista del festejo. Cuando J. L. me invitó a que le acompañase en esta presentación, me sentí muy halagada, pero con el temor de no saber reflejar cumplidamente sus méritos. Temores pudorosos, porque es luenga y remota la relación de amistad casi familiar que me une a él. He procurado que ni la emoción ni el afecto perturbasen mi ecuanimidad. Pero hacia atrás veo el desfile lento y mudo de tantas décadas comunes en alegrías y tristezas, rostros pretéritos ya sigilosos y hacia adelante la espera del futuro escaso. La memoria sentimental revive inevitablemente escenas antiguas.
En este curso postrero de nuestros ríos, querido José Luis, las aguas avanzan en calma. El seguro azar de entonces vuelve a reunirnos: en aquel momento para augurar tu espléndida carrera literaria; ahora para dejar constancia explícita de tu labor, todavía larga de esperanza en el porvenir. Felicidades, amigo, y que nos sigamos viendo como cada día, porque como decía Sem Tob:
"Turable plazer puedo / dezir del buen amigo / lo que me diz entiendo, / e él lo que yo digo."
Josefina Martínez Álvarez
Club de Prensa de La Nueva España. 21 de Diciembre 2011
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martes, 3 de enero de 2012
TODAS LAS TRIVIALIDADES, de Logan Pearsall Smith
La infatigable búsqueda de una perfección inalcanzable (incluso aunque no sea más que aporrear las teclas de un viejo piano) es lo único que le da sentido a nuestra vida en este planeta.
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La prueba por una vocación es el amor por la rutina que comporta.
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Las musas son vírgenes vengativas, que se vengan, inexorablemente, de aquellos que se cansan de sus encantos.
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El gran arte de la escritura consiste en hacer a las personas reales ante sí mismas mediante las palabras.
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El estilo es una varita mágica: todo lo que toca lo convierte en oro.
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Las palabras de los poetas tienen alas: ellos suben flotando sobre ellas las escaleras de los palacios.
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Los buenos escritores deberían buscarle los cinco pies al gato juntos y, sentados los unos al lado de los otros, como amistosos simios, despiojar mutuamente su prosa.
*
La idea de ganar dinero con un libro de gran éxito popular y luego retirarse con los beneficios a escribir literatura seria, ésa es una de las trampas más habituales que el diablo tiende a los escritores.
Logan Pearsall Smith, Todas las trivialidades, trad. de Héctor Blanco, Oviedo, Trabe, 2010.
domingo, 1 de enero de 2012
Siempre hay que estar preparado para que no te amarguen una plácida mañana de domingo
Condor U-Boot. Año 1985.
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