No me acordaba. Rectifico el próposito de la entrada anterior cuando digo que me gustaría dedicar un poema a Pelayo Fueyo. En verdad, ya le dediqué uno que se publicó en el nº 3 de la revista Hesperya. Aunque ahora lo escribo corregido.
LA CAÍDA
LA CAÍDA
a Pelayo Fueyo
Siempre tendré una deuda con las olas
por su envite constante hacia la roca
que me clavé una tarde de verano.
Un día no será vetusta roca
sino arena que arrastra la marea,
esponjosa caricia en mi costado
que blande la memoria del tropiezo.
Sonriendo en la cima de los cielos
me hallaré cobijado en mi alegría,
vengado con la ayuda de los mares.
Siempre tendré una deuda con las olas
por devolver la paz a mi vergüenza.
Siempre tendré una deuda con las olas
por su envite constante hacia la roca
que me clavé una tarde de verano.
Un día no será vetusta roca
sino arena que arrastra la marea,
esponjosa caricia en mi costado
que blande la memoria del tropiezo.
Sonriendo en la cima de los cielos
me hallaré cobijado en mi alegría,
vengado con la ayuda de los mares.
Siempre tendré una deuda con las olas
por devolver la paz a mi vergüenza.
Me hace gracia el poema (aunque, fíjate que cosa, creo que me gusta más la versión que publicaste en Hesperya), y me gusta por lo que tiene de reverso de un pasaje famosísimo del Mairena. Si entonces Mairena instaba a uno de sus alumnos a transcribir al lenguaje poético “los hechos consuetudinarios que acontecen en la rúa” –cito de memoria; puedo equivocarme-, tú conviertes en poesía algo así como “Iba por la playa y me metí un señor culazo por culpa de una piedra cabrona. Qué vergüenza. Pero ya te joderán a ti, piedrita, ya.”
ResponderEliminarUn abrazo.
R
Gracias, es lo que pretendía. La segunda versión es por sugerencia de Almuzara. En la primera existe una incoherencia temporal: es imposible que un ser humano vea con sus ojos la erosión total de una piedra.
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