Lo bueno que tienen algunos autores es la devoción que muestran por sus maestros. De Juan Luis Panero se pueden decir muchas cosas, pero el respeto que guarda a sus ídolos literarios es incuestionable. A través de su lectura, he conocido a Scott Fitgerald, Pavese, Rulfo, Cavafis, Cernuda y,ahora, a Joan Vinyoli. De La medida de un hombre esperaba lo propio de un maestro de Panero: una poesía de intención metafísica, de raíz simbolista, propensa a la elegía, y con un tono que roza lo áspero. No me ha defraudado en absoluto, sino todo lo contrario, ya que ha colmado, con creces, mis expectativas. Los primeros versos del libro son un buen ejemplo de lo que busco en un poema: Faltan cipreses cerca de la tumba/ de mi amigo, laureles en su frente...
A lo largo de esta antología, el poeta va ahondando en su decir, mostrándonos todas sus preocupaciones existenciales y exhiviendo una voz desalentada con el paso de los años. Destacaré el poema "Vendrá la muerte" del libro De dominio mágico, en el que se palpa esa desazón de la voz lírica:
Vendrá la muerte y los ojos me arrancará:
ver entonces otro firmamento.
La finitud es un barco varado,
la hortaliza que como no tiene gusanos,
el silencio que impregna de clarores.
La muerte es puramente un cambio más.
En definitiva, una obra que ayuda a enterderse a uno mismo y de la que no deja idiferente tras su lectura.
Joan Vinyoli, La medida de un hombre, (ed. bilingüe), trad. de Lourdes Güel y Frernando Valls, Madrid, Cátedra, 1990.
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