Siempre me ha atraído el rostro de Dostoievski. ¿Qué se esconde tras esa tupida barba? ¿Qué pensamientos aguardan en esa mirada taciturna? Recuerdo la primera lectura que hice de Crimen y castigo cuando era alumno de bachiller. Me llevó, por lo menos, un par de meses. Estaba obsesionado, hasta tal punto que, al salir los sábados por la tarde, en La calleja la Ciega, al calor de unas pintas de cerveza negra y unas bocanadas de mis primeras pipas, era capaz, cuando llegaban los primeros síntomas de la ebriedad, de nombrar toda la lista de personajes de la novela. Señalaba a los distintos parroquianos y les asignaba un personaje; Raskolnikov, me lo reservaba para mí. Y resulta curioso que a día de hoy, después de unas copas de vino, de Baileys o de ginebra (ya he dejado la Guinness) me da -no sé por qué- por citar una larga lista de nombres rusos. Menos mal que esto me ocurre una vez al año.
Por cierto, el libro de Stefan Zweig sobre Dostoievski es muy bueno.
Stefan Zweig, Dostoiewski, Barcelona, Editorial Juventud, 1959.
Por cierto, el libro de Stefan Zweig sobre Dostoievski es muy bueno.
Stefan Zweig, Dostoiewski, Barcelona, Editorial Juventud, 1959.
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