Pocos poetas se presentan, en un primer libro, con la lección bien aprendida. Normalmente, la ópera prima, está llena de titubeos, deslices e indecisiones varias, pero este no es el caso de Sergio Fernández Salvador. En su Quietud (La Isla de Siltolá, 2011) aflora un poeta verdadero; con algún ligero tropiezo (léxico rebuscado y excesivamente retórico, para mi gusto), pero con paso firme y la vista puesta en el buen camino. Tal vez lo anecdótico de su nota biográfica (la que sólo nos dice su fecha de nacimiento y que se trata de su primer libro) favorezca esta formación de poeta que ha esperado el tiempo de maduración oportuno para dar a conocer su obra; muy alejado del impulso de publicar lo primero que se escribe, algo propio de los poetas jóvenes. No pretende Sergio Fernández Salvador ser un poeta novedoso y rompedor, si no, más bien, tradicional y muy apegado a su tierra leonesa. Nos regala buenos poemas como "Nocturno", "Larus Michaellis", "Nighthawks", "Per se", "Moneda última"... Y este "Vidas de las bolsas" al que le he cogido mucho gusto.
VIDAS DE LAS BOLSAS
Aquí en el vertedero donde juntas yacemos,
y de qué triste modo, con nostalgia pensamos
en nuestra breve historia.
Nos diseñan,
nos prensan, nos estampan una marca
a la que nos debemos.
Y no es tan mala vida en un principio
la del supermercado o el videoclub,
en la espera anhelante de servir
con humildad a aquel que nos creó. Lo malo
comienza al consumarse aquel uso primero:
al imperio sujetas de la mano del hombre,
cuál de nosotras no sufrió en su día
desechos, maloliente calzado, ropa sucia,
por no hablar de otros trances
no menos humillantes y penosos.
Prolijo
sería detallar nuestra dispar llegada
a la desolación de este recinto,
hechas jirones, fétidas, ya tan solo alentadas
por la visión de aquellas compañeras
que supieron burlar a su destino
e ignorando fronteras, tiempo y mapas,
se elevan al azar con libertad de alondra.
Soberbia estirpe humana.
Nunca comprenderán
que alienta vida hasta en lo más pequeño.
Sergio Fernández Salvador, Quietud, Sevilla, La Isla de Siltolá, 2011.
Te alabo el gusto, en los merecidos elogios como en los pequeños peros a este libro. Una buena reseña. Y también a ti hay que contarte entre los autores con el privilegio de haber publicado un primer libro maduro y meditado, y muy buena. Enhorabuena. Y la edición, además, como en el caso de Quietud también es preciosa. Qué buen comienzo de ambos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Enrique. Tus sabias palabras siempren ilustran este blog. Me alegra coincidir contigo sobre "Quietud" de Sergio Fernández: uno de los mejores "primeros libros" que he leído recientemente. Muchas gracias, también, por los elogios hacia mi libro. Espero que te haya gustado.
ResponderEliminarUn abrazo y Feliz Año.
Ups, llego tarde y veo que en mi torpe y apresurado comentario te dejé con ciertas dudas. Por supuesto que me gustó tu libro. Mucho. La variación a Ernesto Cardenal la voy contando por tertulias y reuniones, con mucho éxito de público, por cierto. Repito: enhorabuena por tu espléndido primer libro.
ResponderEliminarTu carta, sin embargo, no logré descifrarla. Por suerte, el blog no está escrito a mano...
Gracias por tus palabras , Enrique. Me alegro que te haya gustado mi libro y, en especial, "la variación sobre un tema de Ernesto cardenal".
ResponderEliminarLo de mi caligrafía no tiene remedio: ni yo entiendo mi letra. Pero me resisto a mecanografiar una carta. El correo web ha sido mi salvación.
Un abrazo.