Arriad las velas,
la compañía ya ha llegado a puerto.
El misterio se esconde tras la bruma,
mi carne se acartona por el frío.
Ahora, querida mía, puedes irte.
Regresa en la barcaza. Y continúa
jugando con tu mísero recreo
de afilar la guadaña y no dejar
títere con cabeza.
Publicado en El Alambique, 2, (2010).
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