Hacía un bonito día soleado, ideal para ir de excursión. Arena, dunas y el mar se escucha a los lejos. Coleccionar insectos no es un pasatiempo popular, pero ya lo sé, no soy como los demás. Se hizo de noche, ¿a dónde ir? Unos buenos hombres me acompañaron a una casa. ¡Ahí abajo! Por la escalera; no se preocupe, ella le atenderá muy bien. Qué hogar más extraño, ¿cómo puede vivir en un foso? Te acostumbras, ¿ha cenado? Oh, se lo agradezco, ¿puedo darme una ducha? Tiene que esperar tres días. Pero, no entiendo, si me voy mañana... ¡Vaya, se han llevado la escalera!
Después de varios meses he aprendido lo que es la soledad, el aislamiento, el deseo, la convivencia… Estoy cansado de que la arena rasgue mi cuerpo y tengas que lavarme las heridas. ¿Por qué me retienen aquí? Soy profesor, investigador, soy necesario para la sociedad. Estoy cansado de que el sudor recorra mi piel y vaya dejando gotas a mi paso; esas gotas que resbalan por la barbilla y se van acumulando por el cuello, como si fuera una soga que no termina de asfixiarte. Necesitamos agua, ¿cómo conseguiremos llenar una cubeta semienterrada? Estoy harto del sol y de la luna, de cavar todos los días, de una sucesión de horas que no pasan: el tiempo está detenido en este infierno angosto. Quiero ver el mar. ¡Vaya, he descubierto cómo obtener agua en un arenal! Filtraciones, claro, tengo que contárselo a alguien. Alejado de mi acomodada vida, he aprendido lo que es apreciar un vaso de agua, una conversación, una caricia… Te quiero, porque eres maravillosa y, a la vez, te odio por encadenarme a este lugar.
¡Caramba, la escalera! Me entra la duda: me voy, no me voy. Voy a ser padre. Sí, me voy. ¿Tendré fuerzas para subir? Por fin, qué inmenso es el mar. Pero, qué me pasa, ¿por qué quiero volver? Mi cubeta, ahora no puedo abandonar mi descubrimiento. En esta prisión puedo hacer lo que más me gusta. Ya huiré más adelante, no hay prisa de momento.
Suna no onna (1964), de Hiroshi Teshigahara.
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