Luis Cruz ofrece en el catálogo de esta exposición, organizada por la Galería Ángulo, un acercamiento a la obra del artista:
La Construcción del Mito
Desde la blanca majestad de sus tronos la real pareja observa imperturbable en el tosco refinamiento de su primitivismo eterno. Provenientes de un tiempo legendario, llegadas de remotos territorios, regidas por crueles taliones, las esculturas de Jorge Cecchini nos confrontan crudamente con la emocionalidad más primaria, con las pasiones arraigadas en lo más profundo del inconsciente del género humano. Cumbre de una estirpe de heróicos guerreros ciclópeos que los escoltan, señores de vastos dominios en una bullente tierra aún en formación, avezados en una precaria supervivencia caníbal, estos reyes constituyen la encarnación pétrea de una mitología personalísima fundada en los sentimientos primigenios del hombre.
Curioso de las relaciones de poder, el artista recorre las representaciones de la autoridad en sus atributos simbólicos más visibles. Los relatos que protagonizan estas figuras conforman el corpus narrativo que sustenta el mundo del creador, donde se manifiestan sus preocupaciones íntimas: el orden sucesorio de las dinastías familiares; la insumisión frente al sometimiento y la lucha prolongada hasta la liberación. Héroes sacrificados, juicios y condenas a los vencidos, torturas sufridas con una entereza que sólo se agota con la muerte, doncellas castigadas por concebir hijos de sus enemigos y ocasionar el exterminio de su propio linaje. Mitos extraídos de diferentes tradiciones, tamizados por la estética del sufrimiento, toman forma en el universo del escultor y son base de las historias que viven sus personajes.
Jorge Cecchini, de ferviente vocación temprana estimulada por algunos miembros de su entorno familiar, se forma a sí mismo libremente, al margen de corrientes estéticas y de escuelas artísticas, aparte de las enseñanzas regladas. Las obras que ahora conocemos son producto de su búsqueda durante el último lustro, período extenso en el que encuentra su expresión propia y su mirada particular. Años de investigación con el material refractario hasta conseguir texturas y resistencias satisfactorias. Años de trabajo con color y esmaltes a altas temperaturas hasta lograr acabados terrosos en mate o brillos metálicos de bronce, fructifican en las piezas elegidas de entre sus numerosas creaciones de esta última etapa.
Su plástica bebe simultáneamente de distintas fuentes antiguas y modernísimas. Desde el arcaismo cicládico, el primitivismo austral, el expresivismo africano y los diferentes expresionismos medievales hasta el Expresionismo pictórico del s.XX y la Abstracción Orgánica británica que hace fluidas las figuras humanas y las descompone en sus volumenes básicos. Influenciado por el “barbarismo neoclásico” del maestro Anthony Caro, nuestro escultor se adentra en la exploración de la figura exenta dando rienda suelta al brutalismo volumétrico de los cuerpos en la fusión de los mismos con elementos de soporte y objetos simbólicos de estatus (personajes , tronos, coronas, armas, bastones de mando, etc.)
Lo aquí expuesto incluye placas horizontales que reproducen escenas de grupo. Acabados bruñidos en grises contrastan con variados colores primarios que recorren los abruptos fondos como ríos de lava; uso del colorido con una carga simbólica que alude a las experiencias vividas por los protagonistas de las mismas. Figuras de formas orgánicas y rugosidad parduzca, criaturas que evocan animales pertenecientes a una fauna desconocida. El autor, al hablar de sus propias esculturas se refiere a ellas como “reyes, mujeres, guerreros, vírgenes, cristos”… denominaciones llenas de sentido cuando son incorporadas por estas creaciones. Las deformidades de los miembros y su coloración, el gigantismo de las extremidades, especialmente pies y enormes manos como garras, expresan las emociones que las poseen y las sensaciones que las invaden: dolor, recogimiento , tranquilidad, superioridad, etc. Estos seres gritan desesperados, aúllan ante el sufrimiento que padecen, se debaten alzando sus cabezas retorcidas, escrutan implacables y juzgan despiadados.
Las piezas de mayor formato, en esmaltado brillante y colores verdes, tríada de estados anímicos femeninos, se repliegan sobre sí mismas o giran elevándose altivas sobre su eje; componen una serie breve que contrasta con las cavidades de enormes ojos vacíos y pequeño tamaño, siempre tres, que contemplan una maternidad heróica. Finalmente las “cabezas”, obras últimas, guerreros cubiertos con celadas empenachadas de colores vibrantes, pesan como vestigios geológicos de ejércitos arrasados.
Los mitos de Jorge Cecchini contienen una fuerza psicoanalítica que conmina al espectador a sumergirse en su propia interioridad para sentir las pulsiones que agitan al hombre y mediatizan sus acciones.
LUIS CRUZ
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