Para los que no estuvieron en la puesta de largo de Las noches de verano (La Isla de Siltolá, 2011) de José Luis García Martín, el pasado jueves en La casa del Libro de Sevilla, les dejo las palabras de la presentación de José Luis Piquero.
Presentación de Las noches de verano
Hace unos 80 años, varios escritores e
intelectuales vinculados a Oxford empezaron a reunirse regularmente para hablar
de literatura y contarse historias. Entre ellos figuraban C. S. Lewis, J. R. R.
Tolkien, Owen Barfield o Charles Williams. Se dieron a sí mismos el nombre de
Inklings, que significa indicios, presentimientos. La editorial Isla de Siltolá
ha querido recuperar ese espíritu de intercambio, de discusión y de camaradería
literaria con una colección de libros y el encuentro entre autores y lectores.
Esta tarde presentamos la segunda entrega de esa colección, Las noches de verano, una colección de
relatos a cargo de José Luis García Martín, poeta, crítico literario, narrador,
columnista, polemista incansable, factor de nuevos creadores. Y muchas cosas
más.
Empezaré
con una petición: créanse todas las historias que aparecen en Las noches de verano. Y eso porque toda
mentira fictiva tiene algo de verdad, igual que en toda verdad hay mucho de
ficción. Si A sangre fría es una
novela real, no menos lo es Lolita. En la magia de la literatura
todo es cierto.
Dicho
esto, y como hace el propio autor en su prólogo, les invito a participar en las
tertulias de estas noches de verano, para hablar en medio de la oscuridad (se ha
ido la luz) con una cerveza delante y una historia que contar. El conde de
Brezoán les invita a su pazo, desde el que parten caminos invisibles que llevan
a Venecia, a Lisboa o a Coney Island. Por aquí desfilan las figuras fantasmales
de Pessoa, de Aleister Crowley o de Vicente Blasco Ibáñez, como si la muerte
hubiese sido abolida, y se oye a Philippe Jaroussky cantando “L’heure exquise”
o la voz de alguien que musita unos versos de Omar Jayyam: “Disfruta del
momento: sólo dura un momento”.
Porque
este libro trata justamente de eso, de unos nuevos Inklings que se reunen una
noche cualquiera para invocar fantasmas. ¿Que es un fantasma? Como escribió
Joyce en el Ulises, “alguien que se
ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de
costumbres”. Y qué es la literatura sino una sesión de espiritismo, una llamada
a la reencarnación de aquellos que han muerto o se han ausentado. Como los
jóvenes nobles del Decamerón o los peregrinos de Canterbury, los Inklings de Las noches de verano se encierran para
hacer literatura conversacional y espantar la soledad. Y sus historias abren
inesperados laberintos y dan lugar a nuevas historias, como una muñeca rusa que
se reproduce sin parar. Novelas dentro de novelas, mentiras y verdades.
Literatura.
Gracias
a esa magia, asistimos a una gran fiesta en un palacete veneciano, junto a Paul
Morand, el Agha Khan, Jean Cocteau o Lady Churchill; nos paseamos por el gran
despacho de Benito Mussolini, que al fondo de la estancia, ajeno a nuestra
presencia, permanece enfrascado en sus papeles; o nos refugiamos en una quinta
de las afueras de Lisboa, huyendo de una guerra cercana, protegidos por un
talismán, una piedra azul que también representa la literatura, la salvación,
la evasión de una realidad menos acogedora que la realidad fictiva. Todo eso y
mucho más es lo que encontrará el lector en Las
noches de verano. Una tertulia de amigos a la que todo el mundo está
invitado.
Unas
palabras sobre su autor y sobre mí mismo. Hace más de veinticinco años me
recibió en su casa y tuvo a bien leer mis primeros esbozos poéticos. Desde
entonces, su magisterio y su amistad, nada complacientes sino exigentes y
rigurosos, no han cesado y puedo afirmar que mi dedicación a la literatura se
la debo a él. Así que es un honor acompañarle hoy en Sevilla y, por una vez,
darle yo la palabra, pues ese es justamente el regalo que él me entregó y nos
entrega en cada nuevo libro: la palabra. Gracias por todo, Martín.
José Luis Piquero
Sevilla, 23 de noviembre de 2011