Un hombre, una mujer, así, de frente, cara a cara,
trabados por sus dos cuerpos veloces,
midiendo cuesta arriba
una misma extensión. De lo desconocido
a lo desconocido van. (¿Quién
los persigue?) Cegados por el fuego de las bombas, pero
con la iluminación de las metáforas,
susurran sin oírse,
se apuran como a tientas, todo urgente, como si
no hubiera más ciudad que Sarajevo en llamas
ni ya otra destrucción
que el ruido ronco de sus sexos.
Ni patria, ni fronteras.
Ni aun otra religión que esta estrecha plegaria,
que esta fe antigua, inerme,
este rito a destiempo,
para tenerse en brazos de la vida
al detenerse en medio de la muerte.
Adolfo Cueto, Palabras subterráneas, Sevilla, Renacimiento, 2010.
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