Sin complejo alguno dialoga conmigo el miedo. Despertar en tus brazos, igual a una ilusión que no poseyera un nombre preciso; una fuerza con tiempo caducado, cuando el viento te acerca; un hoy que aplaca tus caprichos. Bajamos hacia todo, envueltos en la bruma de lo incierto. Digamos lo que fue, un invento que nos correspondía. Lo que no fue, una excusa para amarnos alzados y sin compliaciones. No me reproches lo que no se nombra, un incierto futuro, incapaces ambos de llevarlo a buen término. Las cargas que nos pesan hieren las complicidades de lo que nos perdurará. No me nombres, si no quieres que te nombre en lo inventado.