Si ya la niebla fría al rayo que amanece odiosa ofende y contra el claro día las alas escurísimas estiende, no alcanza lo que emprende, al fin y desaparece, y el sol puro en el cielo resplandece.
Paso la tarde del domingo con Garcilaso, Salicio y Nemoroso. Siempre es un placer compartir momentos con el primero; pero los otros dos se están empezando a poner un poco cansinos, los pobres.