miércoles, 30 de diciembre de 2009

Instrucciones para abrir este libro




El otro día, en una conocida librería de viejo de mi ciudad, me encontré con esta edición de las Soledades. El hecho de que se tratase de una edición rústica al precio de 1€ y, con la gracia, de que tuviera el sello de la Biblioteca Pública Municipal, me intensificó el deseo de adquirirlo. La sorpresa llegó al abrirlo en casa, cuando se dejó caer una hoja que lleva por título Instrucciones para abrir este libro. Me acorde de mi profesor de literatura Hispanoamericana en la Universidad; siempre más atento al cuidado de los libros que al mero contenido de los mismos. Y como es habitual de dicho establecimiento, ¿quién sabe? Igual este papelillo suelto lo ha colocado él mismo.







Luis de Góngora, Soledades, Turner Libros, 1981.

martes, 15 de diciembre de 2009

Jesús Beades




He oído mucho acerca de Jesús Beades, y siempre para bien. Alguno, incluso, me ha comentado que tenemos gustos comunes. Hoy al hojear su segundo libro, Centinelas, me he llevado un grata impresión; mejor dicho, un regalo. Y es que quedamos pocos fumadores de pipa; cuando encuentro a uno, me digo que gracias a Dios no soy el último de esta especie.


UN REGALO

En mi mesa una pipa, tallada con un rostro
de un hirsuto guerrero,
que alguien que me quiso y aún me quiere
me regaló hace tiempo.

Y en mi pecho el deseo de ser un navegante
que, después de abordajes y naufragios,
aún sigue amando mucho
después de muchos años.

Sí, a mí también me regalaron una pipa de espuma de mar con el rostro de un barbudo tallado. Sin embargo no se me ocurrió escribir un poema; para eso ya está Jesús Beades que, por cierto, lo hace de maravilla.

Jesús Beades, Centinelas, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2002.
La pipa: una Maestro de paja, de mi colección particular.

viernes, 11 de diciembre de 2009

El futuro

Ayer me levanté temprano para ir al banco. Revisé mi fondo de inversión, que sube más bien poco, y abrí una nueva libreta de ahorros. Después del papeleo y de computar un número de cifras que sigo sin entender, me acordé de unos versos de Roger Wolfe:

GLOSA A CELAYA

La poesía
es un arma
cargada de futuro.


Y el futuro
es del Banco
de Santander.

Me temo que tanto mi futuro como el del señor Wolfe están en las mismas manos.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Mala memoria

No me acordaba. Rectifico el próposito de la entrada anterior cuando digo que me gustaría dedicar un poema a Pelayo Fueyo. En verdad, ya le dediqué uno que se publicó en el nº 3 de la revista Hesperya. Aunque ahora lo escribo corregido.

LA CAÍDA

a Pelayo Fueyo


Siempre tendré una deuda con las olas
por su envite constante hacia la roca
que me clavé una tarde de verano.

Un día no será vetusta roca
sino arena que arrastra la marea,
esponjosa caricia en mi costado
que blande la memoria del tropiezo.

Sonriendo en la cima de los cielos
me hallaré cobijado en mi alegría,
vengado con la ayuda de los mares.

Siempre tendré una deuda con las olas
por devolver la paz a mi vergüenza.


sábado, 5 de diciembre de 2009

Gracias, Pelayo



Va a hacer un año de la publicación de la Poesía completa de Pelayo Fueyo, sin duda uno de los mejores poetas asturianos de los últimos veinte años. Apenas, en este tiempo, he podido coincidir con él para comentar los poemas del libro inédito que incluye el volumen y, sobre todo, de agradecerle el hecho de que me dedicara un poema. Algo que espero devolverle pronto.

LA LUNA

a José Luis Sevillano

Sentado en el jardín, contemplando la luna,
me evado de las tópicas discusiones caseras.
Enciendo un cigarrillo. El humo se disuelve
formando una aureola que somete al planeta.
¡Ah, cuántos viejos versos ignorando el vacío
de ese centro inmutable al llanto adolescente!
Sentado en el jardín, oigo voces de mando
que parecen venidas de un teatro mundano.
Iré adentro, sumiso, como un muñeco insomne,
¿pero cómo encerrar a la luna en mi cuarto?

de La danza del ocioso

Pelayo Fueyo, Poesía completa, Valencia, Pre-Textos, 2008.

viernes, 4 de diciembre de 2009

En el trabajo

Tengo la suerte de tener un trabajo poco agobiante, lo que me permite leer con asiduidad y, cuando estoy de turno de noche, corregir los poemas que voy componiendo. Esta semana me han surgido varias ideas para distintos poemas (he empezado tres, algo muy raro en mí, que soy de ritmo lento). En ocasiones, en el trabajo, me envuelvo en una larga lista de ensoñaciones a las que, poco a poco,voy dando forma de poema. Este martes me dio por divagar sobre la poesía de hoy en día: ¿qué pensaría un poeta del medievo sobre nuestra lírica actual? Así que me puse en sus huesos para responder a esta pregunta.

UN POETA MEDIEVAL, YA SEA JUGLAR O TROVADOR -O AMBOS POR QUÉ NO-, SE RETUERCE LOS HUESOS - O LO QUE QUEDE DE ÉL- EN SU TUMBA, ANTE EL PANORAMA QUE OFRECE LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XXI; O TAMBIÉN VALDRÍA TITULARLO, SENCILLAMENTE, DESPUÉS DE LEER A JULIO MARTÍNEZ MESANZA.

No duermo en una tierra de leyendas
ni tampoco de nobles caballeros.
Salvar a la princesa de la torre
es misión de unos pocos elegidos
que son pasto del polvo y del silencio.
No hay laurel para el héroe de esta época
ni poetas que canten sus hazañas.


(Creo que no nos deja muy bien, ¿no creéis?)

jueves, 3 de diciembre de 2009

Ultramundo

Del 11 al 13 de diciembre se celebrará en Mieres la primera muestra de cine fantástico y de terror. La organización corre a cargo del equipo de Ultramundo. Una cita que no os podéis perder.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Novissima Carmina III


El viernes pasado, el Círculo Cultural Pigmalión me invitó a leer poemas en uno de sus numerosos actos. Coincidí con los poetas Catarina Valdés, María Pizarro y Miguel Alarcos, que sustituyó a última hora a un efermizo Pelayo Fueyo -lástima, tenía muchas ganas de comentar sus últimos libros-. Hacía tiempo que no leía mis versos en un acto y, aunque el público asistente me felicitó por mi actuación, me sentí un poco fuera de juego. Mis poemas no son para leerlos en un café por la noche sino, más bien -como dice un amigo-, para recitar en un museo o en una biblioteca; lugares en los que me parece que no voy a participar en una lectura en mi vida. Este es el precio que tengo que pagar por ser fiel a mí mismo.


martes, 1 de diciembre de 2009

Poética

... toda expresión y toda frase
es un fin y un comienzo,
todo poema es un epitafio.

de Cuatro cuartetos


Si tuviera que definir mi poesía a modo de poética, acabaría citando estos maravillosos versos de T.S. Eliot.

viernes, 20 de noviembre de 2009

La influencia de Oriente


La influencia de la cultura oriental en las literaturas occidentales no es cosa nueva. El gusto por el exotismo asiático se establece con el Modernismo, pero distintas estéticas han sido influenciadas no sólo por su cultura libresca sino por la corriente filosófica. La generación Beat es la más destacada. Los Kerouack, Ginsberg, Burroughs, Snyder, Ferlinghetti... hicieron del orientalismo un modo de vida.
Hoy en día el haiku japonés está más de moda, entre nuetros escritores, que nuestra copla, tal vez por los rasgos comunes que mantienen ambas estrofas. Sin embargo no me imagino a ningún colega de versos practicando yoga o distintas técnicas de relajación, ordenarse en un monasterio budista, creerse un experto en meditación zen, o tomar alguna infusión de algún derivado de los opiáceos para llegar al nirvana. No, aquí se nota que no vivimos en Hollywood.


No pasa nada. Los poetas beat y oriente, ed. de Jesús Aguado, Barcelona, El bardo, 2007.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Un poema memorable de Francisco Alba

Sin duda, el siguiente poema es de los mejores publicados durante el año 2008.

In God We Trust

parcere subiectis et debellare superbos

Virgilio


Rogad a Dios por el soldado López
que cayó reventado por la bomba
a la orilla del Tigris
como cayó en Germania
el legionario hambriento
rodeado de árboles y frío
en el desatre de Quintilio Varo.

Soldado de la 101º Aerotransportada
con base en Fort Campbell (Kentucky)
y de la Legio XII
Fulminata
Un mismo símbolo de fuerza: el águila.

Mascando chicle
o regaliz de Acaya farfullaban
en inglés o latín escuetas órdenes.

No querían morir.
El Capitolio,
la curva de su bóveda imponente.
Mirad los templos de Minerva y Júpiter
coronando la Urbe milenaria.
Ese reflejo pétreo del poder,
la austera geometría. Los magnates
los mandan como ovejas a la carnicería
hablándoles de Lincoln,
de Escipión y la guerra de Cartago.

Su sagrada misión: civilizar.
Allí donde esté el Mal llegan las águilas.

En cada intervención los protegían
Marte y el Dios cristiano.
Confundidos
en los gélidos bosques de Germania
o en las ardientes arenas del Golfo Pérsico
recordaban el juego del amor
aprendido deprisa en un burdel.

A miles de kilómetros de casa
cachorros de centauro,
cayeron maldiciendo su bandera.

Al Orco descendieron, indignados.



Francisco Alba,
El contrario, Valencia, Pre-Textos, 2008.

martes, 17 de noviembre de 2009

Un descubrimiento

Cuando entro en una librería con la idea de comprarme un libro, normalmente lo tengo escogido de antemano. A veces, muy raramente, me dejo sorprender con volúmenes de autores desconocidos. Algo parecido me ocurrió hace un par de semanas cuando, por arte de magia, eché una vistazo a los últimos ejemplares que han salido en la colección "Antologías" de Renacimiento. Y es que Julián del Casal era un completo desconocido para mí. Sin embargo, al paso de las páginas, fui descubriendo a un poeta maravilloso que me tiene hechizado desde entonces. Esto - el hecho de con sólo leer un par de versos el lector puede saber si le va a gustar el libro- es la gran ventaja que tiene la poesía frente a la novela: cuando compras poesía, sabes lo que compras. La poesía nunca defrauda, y si lo hace es en casos excepcionales, como por ejemplo: cuando uno se empeña, erre que erre, en que le guste un determinado autor debido a su fama y prestigio; en mi caso, Rimbaud. Por mucho que trato de acercarme a su poesía, no consigo atravesar el muro que nos separa. Pero este no es, ni mucho menos, el caso de Julián del Casal; el cual, con un par de sonetos, es capaz de levantarme el ánimo en una mala tarde.

Sorprendente resulta que un poeta que conoce perfectamente el endecasílabo, que tiene el oído afinado, que abarca ampliamente el léxico de la lengua, que mantiene la intensidad emotiva a lo largo de su obra... Sorprendente, repito, me resulta no haber oído nunca hablar de semejante poeta y más aún, si cabe, el hecho de descubrirlo por casualidad. Menos mal que la poesía, a veces, hace tales milagros.



Julián del Casal, Rey solitario como la aurora, selección y prólogo de Carlos Javier Morales, Sevilla, Renacimiento, 2009.

jueves, 5 de noviembre de 2009

El trueno más allá del Popocatépetl


Este año me propuse revisar mis lecturas de poesía en lengua inglesa del siglo veinte. Tuve la suerte de encontrarme durante el verano -estación poco propensa a la publicación de libros- una antología de poemas de Malcolm Lowry, editada perfectamente -como suele tener costumbre- por Tusquets. Para mi satisfacción personal, la traducción y selección corren a cargo de Juan Luis Panero, el cual hace un magnífico trabajo. Panero -como dice en el prólogo- intenta recrear -con éxito- la voz del poeta de Cheshire, algo que se palpa desde los primeros versos. Lowry se encuadra perfectamente en ese tipo de escritor que tanto gusta al mayor de los Panero: el de los alcohólicos perdedores entusiasmados con la literatura; o lo que es lo mismo: forma parte de la tradición del mismo Juan Luis. La combinación de ambos es, por tanto, perfecta.

Destacaré del conjunto la semblanza que hace el señor Lowry sobre Rupert Brooke; poeta recientemente tratado en este blog y que, por cosa de magia, aparece con asiduidad en lo que leo.

LE GUSTABAN LOS MUERTOS

Al final de un día borrado, de una triste jornada,
trató de contar las cosas que de verdad le importaban.
Nunca había querido ser Rupert Brooke,
ni tampoco un gran amante
y sólo se acordaba de unas pocas cosas, cosas sencillas:
de su alma habitada siempre por el miedo
y que ahora vendería por una jarra de cerveza.
Parecía que apenas había conocido el amor
y que el terror era su sentimiento más profundo.
Le gustaban los muertos.
Para él, la hierba no era verde, ni siquiera hierba,
el sol no era el sol ni la rosa, rosa,
ni el humo era ya humo.


Malcolm Lowry, El trueno más allá del Popocatépetl, trad. de Juan Luis Panero, Barcelona, Tusquets, 2009.

martes, 3 de noviembre de 2009

The Soldier, by Rupert Brooke

THE SOLDIER

If I should die, think only this of me:
Taht there´s some corner of a foreing field
That is for ever England. There shall be
In that rich earth a richer dust concealed:

Adust whom England bore, shaped, made aware,
Gave, once, her flowers to love, her ways to roam,
A body of England´s, breathing English air,
Washed by the rivers, blest by suns of home.

And think, this heart, all evil shed away,
A pulse in the eternal mind, no less
Give somewhere back the thoughts by England given;

Her sights and sounds; dreams happy as her day;
And laughter, learnt of friends; and gentleness,
In hearts at peace, under an English heaven.


La primera vez que me encontré este poema fue en Poesía inglesa del siglo xx (Llibros del pexe, 1993), una versión de Carlos Clementson, la cual no me produjo una grata impresión. Sin embargo, muchos años después este poema vuelve a mis ojos, esta vez, en una versión del poeta canario Domingo Rivero; poeta por el que tengo predilección. A partir de este momento y hasta la fecha, no ha dejado de cautivarme.

EL SOLDADO, DE RUPERT BROOKE

Si yo muero, pensad esto sólo de mí:
que allí donde me entierren habrá un rincón de tierra
extraña, que será para siempre Inglaterra.
El polvo generoso que ha de esconderse allí

el ser debió a Inglaterra que maternal le dio
flores que amar y sendas que recorrer, un día,
y un cuerpo todo suyo, pues de su aire vivía,
lo bañaron sus ríos y su sol lo curtió.

Y pensad que este pecho, de mal purificado,
hará con ritmo eterno, donde muera el soldado,
brotar los pensamientos porque Inglaterra es;

sus campos, sus rumores, ensueños de ventura,
y risas aprendidas de amigos, y ternura
en pechos que atesoran paz, bajo un cielo inglés.


(versión de Domingo Rivero)

Un amigo mío, conociendo mi cariño por este poema, me envió una versión del mismo -para sorpresa mía- por otro de mis poetas preferidos: Leopoldo Panero.

EL SOLDADO
(Rupert Brooke)

Si es que muero, esto sólo pensad, tan sólo esto:
que algún rincón cualquiera de alguna tierra extraña
es ya Inglaterra siempre. Mis huesos habrán puesto
su puñado de polvo de otra tierra en la entraña.

Polvo a quien dio Inglaterra forma, palabra, gesto;
sus flores para amarlas, para andar su campaña;
vaho mortal y polvo de Inglaterra compuesto,
que en sol se bendice y en sus aguas se baña.

Y pensad que ya limpio de todo mal el hueso,
pulso vital, el alma derrama la abundancia
que Inglaterra le diera con generoso exceso:

su dulce sueño alegre, su música y fragancia;
la risa entre los labios de la madre; y el beso
de un corazón que duerme, bajo el cielo, en su infancia.


Esto demuestra, en parte, la coherencia de mi gusto. Y es que la mayoría de mis autores favoritos mantienen unos lazos muy estrechos a pesar de la distancia temporal. Esto -me parece- que se llama tradición. Espero, algún día, formar parte de la misma.



Poesía inglesa del siglo veinte, ed. de José Luis García Martín, Gijón, Llibros del pexe, 1993.
Domingo Rivero, Yo, a mi cuerpo y otros poemas, Barcelona, Acantilado, 2006.
Leopoldo Panero, Obras completas, ed. de Juan Luis Panero, Madrid, Editora Nacional, 1973.

sábado, 31 de octubre de 2009

Un poema para la noche de difuntos

ALEJÁNDOME DEL CORRELATO OBJETIVO


Yo, que he visto a la muerte muy de veras
en la piel amarilla de mi abuelo,
tumbado sobre el lecho y a la espera
de partir con el máximo silencio;

yo, que he visto a la muerte entre los huesos
del cuerpo devorado de mi padre
por las huestes del cáncer del infierno,
un combate de fuerzas desiguales;

yo, que he visto la muerte de mi abuela,
y en mis brazos sentí su último aliento,
con el rictus pacífico y sin queja
del que arriba en el reino de los cielos;

yo, que he visto a la muerte tan de cerca,
acampada a la puerta de mis días,
no mostraré respeto cuando vuelva.
Sin lágrimas será mi bienvenida.

viernes, 30 de octubre de 2009

Presentación de Ahora




El próximo viernes 6 de noviembre, en la serie de actos que dirige Antonio Merallo, en el Centro de cultura Antiguo Instituto de Gijón, a las 20: 00, Vicente García presentará su último libro: Ahora (Poesía 1992-2008). En este libro reune sus trabajos publicados anteriormente: De ayer a hoy, Días de tormenta, y el cuaderno Ficciones; además de un nuevo poemario que da título al conjunto.Tengo la suerte de contar en mis anaqueles con todos estos ejemplares.
Desde sus primeros versos de Ficciones, podemos destacar la hondura de su voz (apenas contaba el autor con veintidós años) y la nobleza de su endecasílabo, que se acrecentará a lo largo de estos dieciséis años. Vicente es de esos poetas que merecen la pena pero, por diversos motivos, no tienen el reconocimiento de su valía. Vicente forma parte de ese grupo de escritores que tanto me agradan: los que no precisan de la farándula literaria, ni del peloteo rancio, ni siquiera de tener que llamar a las puertas de los premios de cuestionada reputación. Vicente García no escribe por escribir o para verse en los estantes de las librerías o para creerse mejor que nadie, no. Sencillamente escribe por la necesidad de sacar a la luz lo que lleva dentro, lo auténtico, lo genuino. Es, con seguridad, uno de los poetas más coherentes que conozco. A mí me ha ganado desde hace tiempo y, sin duda, sus versos han calado en mi memoria, aunque Vicente sea escéptico en este asunto:


QUIERO CREER


Quiero creer que un día, cuando todo termine,
alguien se acordará de estas palabras.

Que alguien se acordará
del amor y la fe que puse en unos versos
que osasen desafiar la ley del tiempo.

Y que, después de todo,
todo tuvo sentido.



Vicente García:
-Ficciones, Oviedo, Reloj de arena, 1993.
-De ayer a hoy, Sevilla, Renacimiento, 1996.
-Días de tormenta, Servicio de publicaciones del Principado de Asturias, 1999.
-Ahora (Poesía 1992-2008), Sevilla, Renacimiento, 2009.

Recomendaciones II

Ayer por la tarde un amigo mío, colega de versos, después de leer mi entrada "Recomendaciones" me envió un e-mail llamándome mentiroso. Decía que yo siempre ando recomendando los mismos autores: que si Wilde por aquí, Housman por acá, Eliot por allá. Que si me pongo pesado con Cereijo, lo mismo que con Martínez Mesanza y no menos con Wolfe, ... que si no callo la boca con el "triunvirato asturiano" de Almuzara, Fueyo y Piquero... y qué decir de los Panero: Juan Luis y Leopoldo (padre, claro), que parece que ya formo parte de la familia. En definitiva: que soy un pesado. Y es verdad, estos nombres son dignos de recomendar a cualquiera; siempre y cuando el cualquiera tenga un mínimo de gusto literario. Por ejemplo, si estos nombres se los citas a unos anónimos redactores de un blog de crítica literaria -de cuyo nombre no es que no quiera acordarme es que sencillamente no me acuerdo- que pulula por la red, seguro que son incapaces de ver la grandiosidad que hay tras los versos de estos insignes apellidos. Y es que, a veces, la mediocridad ciega, y mucho.

Esto me recuerda que hace años -creo que unos cinco- Sofía Castañón me pidió que recomendara tres libros en su programa "Señalados". Para ser políticamente correcto, recomendé un libro por género. Pic-nic, de Arrabal; Cuentos, de Oscar Wilde y Autopsia, de José Luis Piquero. A día de hoy, los seguiría recomendando; e incluso añadiría El fin de semana perdido -del que daré cuenta otro día-, en el que Piquero completa su magnífica Autopsia.

A continuación ofrezco, sin que valga de precedente, una lista de la que para mí es la mejor obra de los autores antes citados:



-Oscar Wilde, La importancia de llamarse Ernesto, trad. de Luis Antonio de Villena, Madrid, Visor,1995.
-A.E. Housman, A un joven atleta muerto, trad. de Juan Bonilla, Valencia, Pre-Textos, 1995.
-
T. S. Eliot, Cuatro cuartetos, trad. de José María Valverde, Madrid, Alianza, 1999.
-José Cereijo, Las trampas del tiempo, Madrid, Hiperión, 1999.
-Julio Martínez Mesanza, Europa, Sevilla, Renacimiento, 1986.
-Roger Wolfe, Días sin pan, Sevilla, Renacimiento, 2007.
-Javier Almuzara, Constantes vitales, Madrid, Visor, 2004.
-Pelayo fueyo, Parábola del desertor, Madrid, Hiperión, 1997.
-José Luis Piquero, Monstruos perfectos, Sevilla, Renacimiento, 1997.
-Leopoldo Panero, Escrito a cada instante, Granada, Comares, 2007.
-Juan Luis Panero, Juegos para aplazar la muerte, Sevilla, Renacimiento, 1984.


jueves, 29 de octubre de 2009

Versos que no se olvidan

Cuando me preguntan si me sé algún poema de memoria siempre respondo con los siguientes versos de Martínez Mesanza. Uno de los mejores poemas de los últimos veinticinco años:

Nunca he visto gozosa a la discordia.
No conozco el olor que tiene el campo
después de la batalla. Nunca he visto
caballos sin jinete entre las picas
vagar y entre los muertos. No conozco
la voluntad de ser invulnerable
ni el estupor que nace con la herida.



Julio Martínez Mesanza, Europa, Sevilla, Renacimiento, 1986.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Coincidencias

Tengo la costumbre de preguntar a un escritor, cuando lo conozco, por sus gustos literarios. Qué figuras le sirven de referente en su producción; cuales le han forjado como poeta; qué está leyendo últimamente... Una serie de interrogantes que me ayudan a descubrir al lector que todo escritor lleva dentro. Normalmente, por no decir siempre, la calidad de las lecturas están relacionadas con la calidad de su escritura; con lo cual no suelo sorprenderme con los gustos de mis colegas.

El otro día asistí a un recital de Roger Wolfe en el "Aula de las metáforas", en Grado. Allí el señor Wolfe llevaba consigo, además de varios de sus libros y manuscritos inéditos, la Poesía completa de T. S. Eliot; concretamente la versión de José María Valverde, de la cual leyó un poema. Me sorprendió, gratamente, ya que yo estaba leyendo ese mismo libro durante esos días. Coincido con Roger Wolfe -por supuesto, en el buen gusto como lector- en que la obra de un poeta no es sólo aquella que escribe, sino que comienza con los versos que la forjan.

viernes, 2 de octubre de 2009

Recomendaciones

No me gusta recomendar libros. Me parece una tarea complicada dirigir la lectura a una persona ya que, por mucho que la conozca, mi gusto no tiene por qué ser de su agrado. Lo que a uno le parece magnífico e imprescindible a otro le puede parecer horrible e insulso. Por eso soy muy reticente a la hora de leer la recomendación de un amigo. Hace cuatro días a uno de ellos se le ocurrió regalarme un libro: evidentemente, me lo estaba recomendando desde hace semanas. Por desgracia, mi reticencia, en esta ocasión, estaba justificada. Pese a ser un poemario de una estética que me place, no consigue saciar mi apetito lector. Mi amigo, conocedor de mis altas expectativas, se limitó a destacar un poema del conjunto. En esto no se equivocó.

TELEGRAMA A TU ANCIANIDAD

Si por temor o por incertidumbre
esta noche no empujas esta puerta
tras la que está desnuda ya y despierta
la prohibida mujer llena de lumbre

te juro que después cuando seas viejo
y un día mires tu cara y tu memoria
brotarán hacia ti desde esta historia
culebras que te espanten el espejo.




Félix Grande, La canción de la tierra, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2008.