viernes, 31 de julio de 2009

Siempre nos quedará Baroja


Estos días -parafraseando a Roger Wolfe- he hundido las narices en Baroja: su prosa me sirve bien. Y es que, después de leer varias novelas que no alcanzan las buenas expectativas que había depositado en ellas, no hay nada mejor que volver, de vez en cuando, a la prosa de don Pío. Volver, cómo no, a esa "galería de inadaptados" -como bien acuñaría Luis Martín Santos-, esa tropa de personajes barojianos con los que tanto me identifico.

Así que, fijando la vista hacia mis anaqueles, encontré tal deseado remedio. De las novelas de Baroja siempre he tenido preferencia por Camino de perfección. Me encanta el protagonista, ese Fernando Ossorio que, como buen "Quijote", se lanza a la aventura, recorriendo los senderos y montes madrileños, sin pensar en qué le deparará el camino. Sin embargo, en esta ocasión, hundí mis narices en Aurora roja, cuyo prólogo recoge buena parte de las características del personaje, típico, barojiano. Ese individuo que rompe con el sistema y parte a la aventura de la vida, dejando atrás a la civilización moderna, con la única compañía de su espíritu, que va forjándose a cada paso, mientras se adentra en la "madre tierra", en la sencillez y miseria de la vida campestre; ese personaje que, recorriendo los parajes cervantinos, se encuentra a sí mismo.

Y, además, resulta reconfortante poder disfrutar del de San Sebastián en las maravillosas ediciones de Caro Raggio. Esas ediciones, que parecen más de otra época, en las que se muestra todo el esplendor de la familia Baroja.




Pío Baroja, Aurora roja, Madrid, Caro Raggio, 1994.
Pío Baroja, Camino de perfección, Madrid, Caro Raggio, 1993.

martes, 28 de julio de 2009

Los electrones de Carlos Marzal

La buena literatura de género demuestra que no hay más que un género de literatura: la buena.
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Sólo se es joven en amor. Y sólo en amor loco se es niño.
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Levanto la vista, miro y escribo con voluntad de espejo, pero, como en el espejo, lo que aparece es otro y lo otro.
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Estoy a régimen de mayúsculas, ese chocolate sentimental.
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La elocuencia es el vistoso hermano pobre del talento literario.
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Escribir no es la respuesta ni tampoco la pregunta. Es la respuesta que no se da a la pregunta que no se ha formulado.
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Obra como si tus actos fuesen a convertirse en objetos de anticuario, aunque después el tiempo los vuelva simples cachivaches.



Carlos Marzal, Electrones, Granada, Cuadernos del vigía, 2007.

sábado, 25 de julio de 2009

Una injusticia literaria

Pese a que la obra de Leopoldo Panero (1909-1962) sea, posiblemente, una de las mejores de la 1ª generación de posguerra y sin estar por debajo, en calidad, respecto a las siguientes generaciones, sus libros se encuentran postergados y sin ánimo de recuperación. Han tenido que pasar casi 60 años para una nueva edición de Escrito a cada instante: su mejor libro. A simple vista resulta raro y extraño que un gran poeta quede totalmente olvidado y repudiado de los círculos literarios. ¿Por qué le ha pasado a Leopoldo Panero? Muy simple, si tenemos en cuenta que Panero era el "poeta del régimen", la solución a este interrogante se contesta por sí sola. Menos mal que el tiempo le pone a cada uno en su sitio, y, aunque con bastante demora, Leopoldo Panero empieza, poco a poco y muy lentamente, a recuperar el prestigio que merece.

La nueva edición corre a cargo de Andrés Trapiello, a quien también tenemos que agradecer los esfuerzos por recuperar a otro escritor olvidado por los mismos motivos: Agustín de Foxá. El libro, como todos los de la colección La veleta, presenta una magnífica factura: encuadernación rústica y portada sobria pero elegante. Un ejemplar en el que se aúna la belleza exterior con la emoción de sus páginas. Simplemente, una maravilla.


Leopoldo Panero, Escrito a cada instante, pról. de Andrés Trapiello, Granada, Comares, col. La veleta, 2007.

viernes, 24 de julio de 2009

LA PLAYA

Carreras por la arena,
el susurro del mar en el oído
y el frío del otoño
nos abrazó con fuerza sin dañarnos.
La luna de testigo
envidiaba el momento.
Pisadas en la playa,
huellas que permanecen en la historia
por más que la marea las sepulte.



Publicado en Hesperya, 7, (2008).

miércoles, 22 de julio de 2009

José Luis Morante



Los actos mezquinos necesitan coartadas grandilocuentes.
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Valora tanto su inteligencia que las opiniones ajenas le parecen ideas confusas.
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En la amistad no es posible el sujeto pasivo.
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Los contratos e hipotecas convierten a los notarios en narradores omniscientes.
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Recordar es un ejercicio de resistencia.
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Pregunta el sentido común si, en circunstancias similares, yo sería igual de imbécil.
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En la era informática los espejos de Narciso se llaman blogs.
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Cuando estoy solo, soy más sociable.
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Los suplementos literarios son mostradores donde se tramitan incidencias culturales


José Luis Morante, Mejores días, Mérida, de la luna de libros, 2009.

martes, 21 de julio de 2009

José Mateos


De entre los ejemplares que compré en Urueña, recientemente, me quedo con dos títulos de José Mateos (Jerez, 1963): Canciones y Días en claro. Seguramente el mejor de los dos es el primero. La muerte es el hilo conductor del poemario, el personaje que todo lo acapara. El "yo" lírico no para de hacer preguntas, como un niño ávido por conocer los entresijos de un truco de magia, porque en este libro la muerte tiene ese hábito mágico de oscuro misterio, de realidad indescriptible. El sujeto no se revela ante lo inevitable, sino que se resigna plácidamente a su destino. Destacan los diálogos con la figura de su padre ausente, donde se manifiestan los momentos más intensos del conjunto: "Te escucho, padre, . Te siento/ tras esa puerta cerrada/ que une la vida y la muerte". Sin duda, estas Canciones son lo mejor de la producción de José Mateos: intensas, profundas y verdaderas.


En Días en claro el tema central es el milagro de vivir frente al acoso de la muerte, que se esconde detrás de cada sombra. El poeta, con una voz clara y elegante, ahonda en su peripecia existencial, revolviendo en su pasado para comprender el presente. Se distancia, pues, de la línea más narrativa e irónica de Una ciudad extraña (su primer libro, en el que ya se nota el buen hacer de Mateos), dando paso a un camino más personal e intimista, donde aflora, por momentos, la figura poética que se pregunta si sirve o no el acto de escritura como redención. Valga a modo de ejemplo los primeros versos que abren el libro: "Sigues igual. No cambias. Una vez más delante/de esta noche que ahora cae limpiando tus ojos,/ mientes y te dispones a expresar con palabras/lo que no encuentra forma y escapa al pensamiento:/ esta emoción que brota dentro de ti y consume/ toda tu vida, pura como un papel que arde".


Dos maravillosos libros de un poeta de palabra clara, honda y verdadera.





José Mateos:

-Una ciudad extraña, Sevilla, Renacimiento, 1990.
-Días en claro, Valencia, Pre-Textos, 1995.
-Canciones, Valencia, Pre-Textos, 2000.

domingo, 19 de julio de 2009

Urueña


Hace tiempo que había oído hablar sobre un pueblecito, de la ancha Castilla, abarrotado de librerías. En un principio pensé que se trataba de un mito; sin embargo, unos meses atrás, un par de amigos me dieron las señas de este lugar tan insólito: Urueña. provincia de Valladolid. Así que, una vez localizado el objetivo, organizamos una excursión veraniega a este oasis libresco. Debo reconocer que me mostré reticente al principio, pero, una vez convencido, no dudé en las satisfacciones que me depararía semejante viaje.



Llegado el día, nos pusimos en camino. Después de más de doscientos kilómetros de autovía, a lo lejos, se empieza a divisar la majestuosidad de su muralla: una fortificación elevada sobre los campos castellanos, como si de un cantar gesta se tratase. Dentro, ya, del pueblo se observa la restauración del mismo; muchas de las casas se encuentran en proceso de rehabilitación. Casi parece un decorado de cine, ya que apenas se siente la vida del pueblo: sólo se ven a los turistas de compras. Las librerías, pues, se hallan en las viejas casas reformadas. Una buena idea de la Diputación de Valladolid, la de incentivar la vida de un pueblo, mediante el turismo, que se estaba despoblando, como gran parte de este tipo de villas. Y parece que obtiene sus resultados, al menos el número de visitantes, el día de nuestra visita, era elevado y, lo más difícil, la involucración de los lugareños, con semejante empresa, era plena.


El número de librerías es elevado (media docena) teniendo en cuenta la escasez de superficie. Resulta chocante encontrar tantos comercios de libros en tan pocos kilométros cuadrados. Dentro de los establecimientos hay de todo: libros nuevos, viejos, interesantes, menos interesantes, etc. Me quedo con una librería que tenía buena parte de la Colección Poesía de Pre-Textos. Evidentemente adquirí una docena de ejemplares de diversos autores: Baltanás, Mateos, Neuman, Tesán, Defarges, etc. Tal vez, se echan de menos más ejemplares de viejo, al menos, de cierto interés. De todas formas, uno de mis compañeros de viaje consiguió un valioso ejemplar a un módico precio; se trata de la primera edición de una novela de Joaquín Dicenta.


En definitiva: un maravilloso lugar para pasar un día de libros.

sábado, 18 de julio de 2009

Un par de antologías


En estas últimas semanas, han llegado a mis anaqueles dos libros muy deseados: Las voces y los ecos y Antología de la Poesía Soviética, ambos de Ediciones Júcar. El primero, de 1980, fue la antología con la que se dio a conocer José Luis García Martín. En ella, recoge autores surgidos después de 1970; algunos de reconocido prestigio (ya por aquellos años) y otros a los que estar incluidos en esta selección les supondría el espaldarazo definitivo. Un libro que llevaba mucho tiempo tras su pista y que, gracias a un amigo, al fin me hago con él. En el prólogo, García Martín clasifica las distintas generaciones poéticas que conviven a finales de los 70, a la vez que comenta las más recientes antologías de la poesía última, con todas las polémicas que suponen. Debo reconocer que al libro le falta algún nombre de mi interés, sin embargo aparecen media docena de mis poetas predilectos de esa generación: Luis Antonio de Villena, Miguel d´Ors, Francisco Bejarano, Eloy Sánchez Rosillo, Víctor Botas y Julio Llamazares.

En el segundo, Alexander Nakarov es el encargado de seleccionar lo mejor de la poesía rusa a partir de la revolución bolchevique: Ajmátova, Pasternak, Tsvetaeva, Maikovski, Esenin, Prokófiev, Smeliakov... No existía, hasta entonces, una recopilación de este tipo asequible a los lectores españoles de aquellos años. Destaca, el libro, por las versiones realizadas a cargo poetas de lengua castellana: Rafael Alberti, Gabriel Celaya, Blas de Otero, Ángel González, Caballero Bonald, etc.

Dos libros, pues, muy interesantes y que resultan de difícil localización. Dos buenos tesoros que valen más de lo que cuestan.



José Luis García Martín, Las voces y los ecos, Madrid, Júcar, 1980.
Alexander Nakarov, Antología de la Poesía Soviética, Madrid, Júcar, 1974.

viernes, 17 de julio de 2009

Rojo


Mientras esperaba a que se encendiera el semáforo, observaba a la chica de la acera de enfrente, que me miraba con ojos felinos. Al ponerse la luz verde, la chica se quedó inmóvil. Tal vez porque mi rostro estaba sonrojado.



publicado en Clarín, 65, (2006).

martes, 14 de julio de 2009

Voces detenidas

De los aforismos de Dionisia García, me quedo con los de "en torno a la escritura":



Todas las palabras pueden contar con un lugar en la escritura, el problema es encontrarlo.

*
El descibrimiento de un poema hermoso propicia admiración y silencio, un mal poema "canta".

*
Todavía se considera que la novela "da la talla" y no otro género literario. Eso quisieran.

*
La voz perdurable admite lejanías y olvidos; tarde o temprano dará la cara.

*
Algunos poetas jóvenes dicen desentenderse de la tradición, y me echo las manos a la cabeza.

*
La escritura no perdona: a más libros más riesgo.




Dionisia García, Voces detenidas, Sevilla, Renacimiento, 2004.

lunes, 13 de julio de 2009

Si quieres enfurecer a tus enemigos, ríete de ellos

Detesto las disputas literarias. No me gustaría acabar, como la mayoría de los poetas fracasados (vertiendo mis opiniones en los periódicos o, seguramente, en el mostrador de una librería de viejo), injuriando a mis colegas de "profesión" por el mero hecho de pertenecer a corrientes estéticas distintas. No. Prefiero mantenerme al margen de semejantes enfrentamientos, más acordes con la pataleta de un niño de seis años que con el ingenio de un verdadero intelectual. Así, que, toda esta parafernalia dialéctica, de insultos y puñaladas, de poéticas y contrapoéticas, me la tomo a cachondeo. Por eso me encanta la idea que tuvo, allá en su día, Felipe Benítez Reyes de inventarse un heterónimo para reírse de sus enemigos. Benítez Reyes no sólo crea un antólogo de la "poesía dominante", sino que se inventa, también, un falso pie de imprenta. Felipe Benítez, ahondando en su burla, asesina a su licenciado Eligio en las orillas del río Esgueva a su paso por Valladolid; ciudad donde tuvo su origen la estética "silente", contraria a la "experiencia" En dicha antología aparecen las figuras más destacadas de la poesía de los años 80 y 90; de Almuzara a Luis Antonio de Villena, pasando por Bejarano, Benítez Ariza, Cabanillas, de Cuenca, Duque Amusco, Marzal, Mateos, Gallego, Martínez Mesanza, Juan Luis Panero, Trapiello... y muchos otros.

Creo que Eligio Rabanera y su Sindicato del crimen son más elegantes que toda una banda de mentecatos (aunque ellos se crean grandes poetas) diciendo estupideces, por diversos medios, a diestro y siniestro. Un comportamiento, éste último, muy impropio de un intelectual, y mucho más acorde con un ser mediocre: aquel que no tiene suficiente inteligencia para conocer sus limitaciones.

Menos mal que hay personas, como Felipe Benítez, que tienen verdadero ingenio, y nos pueden regalar semejante libro. Una verdadera joya para los anaqueles más dignos.



Eligio Rabanera, El sindicato del crimen. Antología de la poética dominante, La Guna, 1994.

viernes, 10 de julio de 2009

El misterio de la felicidad

De las muchas novedades que se pueden encontrar en una librería, El misterio de la felicidad, de Miguel d´Ors, es de las más interesantes. Es, para mí, un libro muy esperado; ya desde el comienzo, allá por el año 2002, de la colección "Antologías" de Renacimiento, se venía anunciando la próxima aparición de una antología de d´Ors. Pues bien, ya ha llegado tal deseado libro; aunque sigo a la espera de los también anunciados sobre Juaristi y Gallego, aún sin publicar. Y por qué es un libro tan deseado, se preguntarán ustedes. Pues por la extraña razón de que Miguel d´Ors, a pesar de ser un gran poeta, es un escritor muy mal editado. Resulta muy difícil adquirir sus publicaciones, casi misión imposible.

No sabría explicar, muy bien, qué es lo que me gusta de Miguel d´Ors. Puede ser la vuelta al paraíso perdido de la infancia; su aguda inteligencia; las referencias literarias que afloran en sus versos; el Western como mundo de aventuras; su pasión por la montaña... o, tal vez, su habilidad para pensar versos mientras marcha en bicicleta. Lo que sí tengo claro es que me gusta, y mucho.

De la presente edición sólo puedo decir maravillas, aunque echo en falta algún poema, sobre todo uno en especial. Para los amantes del fútbol que pertenecen a mi generación, crecimos con la magia de la "Quinta del Buitre": cómo sacaba el balón Sanchís de la defensa, los regates de Martín Vázquez, los centros de Míchel por la banda y los remates de Butragueño. Así que no puedo despedirme sin antes reproducir este poema de d´Ors: para mí, todo un clásico:

TEMPUS FUGIT

Lo dijeron Horacio y el barroco:
cada hora nos va acercando un poco
más al negro cuchillo de la Parca.
¿Qué es esta vida sino un breve sueño?

Hoy lo repite, a su manera, el Marca:
en junio se retira Butragueño.





El misterio de la felicidad, ed. de Ana Eire, Sevilla, Renacimiento, 2009.

miércoles, 8 de julio de 2009

Necesito el teléfono de Tim Burton

Hace meses que no voy al cine porque no encuentro películas interesantes. Desgraciadamente, la industria de Hollywood se ha quedado huérfana de ideas. A mí, después de leer la Antología de Spoon River, se me ha ocurrido una: por qué no llevar a la gran pantalla la obra de Edgar Lee Masters. Si los grandes productores no se atreven a dar oportunidades a nuevos guiones, qué mejor que adaptar un gran libro. Spoon River Anthology es un clásico de la literatura norteamericana, que encumbró a su autor al "Numen" poético. Sé que resulta difícil -por no decir imposible- adaptar un libro de poemas al cine, pero los epitafios de Lee Masters están pidiendo a gritos que los saquen del cementerio más famoso de la literatura. Y no me imagino a otro director que no sea Tim Burton para semejante empresa. Quién mejor que él para devolver a la vida a todos los poetas, mendigos, borrachos, viudas, huérfanos, médicos, jueces, abogados, etc, de la orilla del río Spoon. No conozco un director actual que juegue con el tema de la muerte como lo hace Tim Burton. Parece que Edgar Lee escribió Spoon River pensando en el director de Pesadilla antes de Navidad.
Por eso necesito el teléfono de Tim Burton. Quién sabe. Igual -con esa pinta de loco que tiene- es capaz de hacerme caso.


Edgar Lee Masters, Antología de Spoon River, ed. de Jesús López Pacheco, Madrid, Cátedra, 2007.

lunes, 6 de julio de 2009

"La Poesía no es Literatura"

Pocas veces me ha pasado lo siguiente: leer un libro y no enterarme de nada. Esto me ha ocurrido con Su sombrío, de Marcos Canteli. Puede que el libro esté bien escrito, que el autor tenga un buen currículum y que además el libro haya ganado un premio. Yo, pese a todo esto, sigo sin enterarme de nada, absolutamente de nada. Si para Roman Jakobson existía una función "poética" del lenguaje, y el lenguaje sirve para comunicarnos, entonces el libro Su sombrío no es literatura; ya que a mí no me dice nada, no me transmite nada, no me comunica nada.

Ahora le encuentro sentido a la célebre frase que emite Antonio Gamoneda al comienzo de sus recitales: "La Poesía no es Literatura". Uno al escuchar esto se queda atónito, y más si es en el Aula Magna y el presentador es Catedrático de Teoría de la Literatura, especialista en Poesía Española, y, sobre todo, si el oyente es un simple estudiante. Pues bien, años más tarde, gracias al libro de Canteli, encuentro lógicas las palabras de Gamoneda.




Marcos Canteli, Su sombrío, Barcelona, DVD, 2005.

domingo, 5 de julio de 2009

MICENAS



No sé lo que sintió Heinrich Schliemann al descubrir las tumbas reales de la Acrópolis de Micenas. A mí, al traspasar la "Puerta de los leones", me sugirió lo siguiente:


LA TUMBA DE AGAMENÓN, REY DE MICENAS


He llegado hasta aquí, por el sendero
que atraviesa la luz de la memoria,
en busca de la pócima del tiempo
que otorgue gravedad a mi persona.

Me rindo a la belleza de mis obras,
aquellas que protegen los leones
del ataque furioso de las hordas
que encabeza el olvido de los hombres.

Y, con fastuosidad, alzo en mi nombre
la sepultura digna de mi cuerpo,
que dé reposo a este anciano regio
de esta vida dorada por los dioses.

Aquí, con esta máscara en el rostro,
alcanzaré la eternidad, bien pronto.


sábado, 4 de julio de 2009

Cazador de autógrafos


Una colección de poemas bajo este título le sirvió a José Luis Piquero para ganar el Premio Asturias Joven de Poesía. Años más tarde, pasó a ser una sección del libro Monstruos perfectos, Renacimiento (1997). Pues bien, no me parece mejor calificativo para Carlos Iglesias. Los que no lo conozcan, Carlos Iglesias es un poeta con una encaminada trayectoria. Ha ganado el premio Voces del chamamé con el libro Virna o el silencio (2004), ha participado en las antologías Fábula de fuentes (2006) y Nombres propios (2007), además de colaborar en diversas revistas. Pero si se caracteriza por algo, además de ser una extraordinaria persona, es por poseer una de las mejores bibliotecas que conozco. Iglesias gusta de adornar sus ejemplares con la firma del autor. Esta pasión me la ha trasmitido a lo largo de nuestra estrecha amistad. Recuerdo anécdotas surrealistas como la de subirnos al escenario del teatro Filarmónica, en una grabación de "Las noches blancas" de Dragó (con el aforo completo y la gente perpleja al vernos subir a la tarima), para que Fernando Arrabal nos ilustrara varios de sus libros.

Ayer, en la lectura de Valdediós, Iglesias no se pudo resistir a la oportunidad de tener cerca a José Luis Piquero. Piquero, que no es propenso a participar en actos, se sorprendió con la retahíla de ejemplares que le llevó Carlos: algo que es habitual, ya que Carlos posee la habilidad de emocionar a cualquier autor, por muy veterano que sea.

Si los anaqueles de Carlos son valiosos, lo son aún más por las estampaciones que atesoran.

viernes, 3 de julio de 2009

Poesía en Valdediós



Desde hace siete años, el Círculo Cultural de Valdediós organiza un recital poético en el vetusto monasterio. Cada año, José Luis García Martín es el encargado de seleccionar a un grupo de escritores, mezclando la veteranía con la juventud. Por estos recitales han pasado las voces expertas de Xuan Bello, Javier Almuzara, Marcos Tramón, Pelayo Fueyo, Silvia Ugidos, Herme G. Donis... y otras más inexpertas como las de Miguel Alarcos, Miguel Ángel Gómez, Catarina Valdés, Carlos Iglesias, Néstor Villazón... y, por supuesto, un servidor. El Círculo de Valdediós, además de la lectura, edita, cada año, un librito con los autores de dicho recital. Tengo que agradecer al Círculo Cultural de Valdediós y a García Martín la posibilidad que me brindaron por participar en este maravilloso proyecto. Estos bonitos libros suponen para los más jóvenes, que apenas han publicado y son desconocidos, un espaldarazo en su trayectoria. Es un orgullo formar parte de esta colección. ¡Ojo! Son ediciones no venales; así que si alguna vez encuentran, en una librería de viejo, una antología con el título de Aere perennius, Soledades juntas, Fábula de fuentes (este es el mejor: igual porque salgo yo), A quien conmigo va, Luz ilesa o A pesar de todo, no duden en comprarla, es una joya.




Este año le tocó el turno a José Luis Piquero, Julio Rodríguez, Teresa Soto y Laura Casielles. A Piquero tuve el placer de escucharle en un homenaje a Víctor Botas; con Julio coincidí hace dos días (cuando dije que le seguiría la "pista", no esperaba hacerle un marcaje tan férreo); a Teresa Soto no la conocía pero sí he leído su libro Un poemario y con Laura Casielles ya había colaborado en un proyecto audiovisual suyo. Nada mejor para pasar una tarde de verano que acudir a una velada poética.

jueves, 2 de julio de 2009

Escuchando a Julio Rodríguez


Ayer miércoles, en la cafetería Maga, el Círculo Cultural Pigmalión organizó un recital de poesía. El acto consistió en una antología de poemas escogidos de los libros galardonados con el premio Emilio Alarcos. Se contó con la presencia de dos de los premiados: Javier Almuzara y Julio Rodríguez. A Almuzara lo he escuchado infinidad de veces; de hecho acerté en las cábalas sobre los posibles poemas que iba a leer: "El escriba sentado", "Cráneo, 1953" y "Hoy". No está mal adivinar 3 de los 6 poemas que leyó. En cambio, no tenía el gusto de conocer a Julio Rodríguez; el cual no me defraudó. Asumió, perfectamente, el rol de "novato" con respecto al "maestro" Almuzara ( con una trayectoria más longeva y mucho más experimentado en estas lides). Tuvo, Julio, la habilidad de acertar con su selección, aunque se olvidó de uno de los poemas más brillantes del libro, "La pócima poesía", que a continuación reproduzco:

Juntar sobre el papel unas rajas de Rojas,
unas briznas de Brines, dos hojitas de D´ors,
jirones de Girondo, cortezas de Córtazar,
cornadas de Cernuda, pellejos de Vallejo.
Mezclarlo todo bien. Agitarlo y, después,
hacerse a un lado.

Espero coincidir con él en próximos eventos, ya que es un poeta bastante interesante. Le seguiré la "pista".



Javier Almuzara, Constantes vitales, Madrid, Visor, 2004.
Julio Rodríguez, Naranjas cada vez que te levantas, Madrid, Visor, 2008.