lunes, 10 de mayo de 2010

Poética II

Todos los poetas aspiramos a algo. Yo, después de leer a Enrique Baltanás, sé, perfectamente, lo que busco:

POÉTICA

No buscas que tu nombre venga en antologías
ni que de ti se ocupen en su letra menuda
minuciosos manuales.

Tan sólo que algún día,
dentro de mucho tiempo, un lector solitario
-pues siempre solitario es el ser que llamamos
lector- vaya, y en una biblioteca,
casi al azar, descubra una palabras
cubiertas por el polvo de los años.

Y tras soplar el polvo y repasar las páginas,
encuentre que esas páginas le entonan
como un poco de whisky en una tarde fría del invierno.

de Las Señales del fuego.

viernes, 7 de mayo de 2010

Recuerdo de Lampedusa

En Recuerdo de Lampedusa (1962), Francesco Orlando nos muestra, desde las experiencias compartidas, el retrato personal del autor del Gatopardo. Con una prosa delicada, el autor nos va desmigando el pensamiento del príncipe, así como sus hábitos y obsesiones. Según el joven discípulo, Lampedusa vivía como el aristócrata que era: se pasaba las mañanas de café en café y rebuscando por las librerías, a ver si pescaba algún librito interesante; por las tardes, se sentaba en su butaca preferida a leer o a conversar con su joven amigo. Orlando tuvo la suerte de ser recibido en el viejo edificio, donde vivía el príncipe. Allí conoció a un personaje entrañable, a la vez que un tanto excentrico. Sus gustos, sus manías, sus ideas políticas y, sobre todo, sus opiniones respecto a los autores universales son, en buena medida, un tanto extravagantes y personales, muy personales. Lampedusa tenía esa arrogancia y superioridad aristocrática que le hacía sentar cátedra, en cada uno de sus comentarios. En definitiva, un personaje totalmente seductor para cualquier joven que le guste la literatura. Y es que, a medida que se lee la prosa de Francesco Orlando, a uno le dan ganas de viajar en el tiempo, llegar a Palermo, ir al viejo edificio de Via Butera, y ser recibido por don Giuseppe Tomassi di Lampedusa.



Francesco Orlando, Recuerdo de Lampedusa, trad. Juan Antonio Méndez Borra, Valencia, Pre-Textos, 2006.

jueves, 6 de mayo de 2010

Recital de Pelayo Fueyo

Hoy, en Oviedo, en el Clan Art (c/ Argüelles. Frente al teatro Campoamor), a las 22:00, Pelayo Fueyo ofrecerá un recital para inaugurar este nuevo local, que pretende convertirse en un punto de encuentro de artistas asturianos. Desde aquí, animo a todos a presenciar dicho acto que merece la pena.
Me imagino que Pelayo leerá poemas de sus libros más recientes. De todas formas, los que le conocemos, ya sabemos que siempre consigue emocionar al público con un poema de su primer libro:

LA DAMA EN EL ESPEJO

Violaré el territorio de la rosa
que has olido, la rosa
que refleja tu ausencia en el espejo.
Jamás podrás ser mía; con mi dedo
dibujaré la flor de tu silueta
y dejaré mis huellas en el vidrio.
Así, ya sin tu cuerpo,
tu reflejo y tu ausencia en esa rosa,
grabaré mi deseo.
Mas, quién sabe
si volverás aquí para ignorarme,
desdeñando el reflejo y mi grabado
al saber que no espero ya tu cuerpo;
o si, en cambio, querrás tocar la rosa
y añadir ese tacto a mi silueta
cuando la flor no tenga ya sentido,
cuando seas ausencia de ti misma,
y tu presencia estorbe mi deseo.

de Memoria de un espejo.

lunes, 3 de mayo de 2010

Homenaje a Miguel Hernández

4 de MAYO

- 11.00 h. Salón de Actos de la Biblioteca "Emilio Alarcos Llorach" (Campus de Humanidades de El Milán - Oviedo). Recital en Homenaje a Miguel Hernández, con la participación de los escritores D. Francisco Brines, D. Luis García Montero y Dª. Aurora Luque; la Directora de la Cátedra Alarcos, Dª. Josefina Martínez y el profesor del Dpto. de Filología Española D. José Luis García Martín.
Esta actividad está organizada por la Cátedra "Emilio Alarcos Llorach" de esta Universidad.

domingo, 2 de mayo de 2010

TRANSPARENCIA, de José Cereijo

Cuando uno es joven, tiene frecuentemente sueños que no se parecen gran cosa a la existencia real, de la que son una especie de suplemento, de redención o de condena; en todo caso, una huida. A medida que pasan los años, sin embargo, esa capacidad de distanciarse se va perdiendo, y los sueños se acercan progresivamente a la realidad, de la que apenas les separa ya un velo cada vez más tenue. Quizás un día soñemos con lo mismo que nos rodea: la propia cama, la habitación, el primer sol que entra por los huecos de la persiana. Nos levantaremos una vez más, nos perderemos, como siempre, por los viejos pasillos de la casa. Alguien entonces llamará, ya inútilmente, al médico, o a la policía.




José Cereijo, Apariencias, Renacimiento, Sevilla, 2005.